La reina baila hasta morir

Por: Ignacio Trejo Fuentes

Los lectores de Siempre! deben estar acostumbrados a leer las entrevistas que hace Eve Gil, y mi sugerencia es que se le debe leer como narradora. Su primera novela, Réquiem por una muñeca rota (2000), es un trabajo arriesgado y bien resuelto: aborda el tema de la homosexualidad femenina (entre niñas), cosa que a muchos mortifica y agrede. Se sabe que el asunto fue tema tabú, y sólo Juan García Ponce se había aventurado a tratarlo en sus novelas, hasta que Rosamaría Roffiel lo abordó en Amora (luego, Reyna Barrera se encargaría de darle otro tratamiento). Luis Zapata, José Ceballos Maldonado, Jorge Arturo Ojeda, Raúl Rodríguez Cetina y varios autores más se ocuparon del asunto desde la perspectiva masculina. Al leer Réquiem… uno no sólo no se escandaliza, sino lo celebra por la factura, más que buena.
Empleé el término “escandalizar” porque la literatura de Eve tiende a eso: las suyas no son historias cómodas, sino apuestan a sacudir a quien lee. Hay mucho de “perversión”, a la mejor manera de Josefina Vicens, Rosa Beltrán y Josefina Estrada. Eve Gil cuenta historias que quitan el sueño. René Avilés Fabila la compara —y no se equivoca— con Inés Arredondo, y dice que “lo hace con asombrosa naturalidad”. Qué justo: Evelina Gil hace que los temas más escabrosos fluyan auténticos, creíbles pese a su truculencia.
He reseñado en este espacio las novelas y cuentos de Eve, y me referiré a su volumen más reciente, La reina baila hasta morir (ninguna de las piezas se titula así). Salvo “Ataraxia” (me parece débil, lleno de lugares comunes y como escrito a la ligera), el libro es uno de los mejores que he leído de autora mexicana: contiene cuentos excepcionales.
Uno de ellos (“Las abuelas”) impacta verdaderamente, porque cumple con los requisitos del género: el final es sorpresivo y estremecedor: la locura cabalgando a sus anchas. Y “Claveles salvajes” no pide nada a los delirios de Pedro F. Miret: una mujer asiste al encuentro de acciones insospechadas, y los protagonistas (locos) la contagian de su demencia y nos contagian a nosotros, lectores.
Como he dicho en otras oportunidades, Eve Gil es una de nuestras mejores narradoras, y con La reina baila hasta morir lo demuestra (lástima que el volumen esté plagado de erratas: deberían encargarle a un profesional vigilar la edición). Ojalá circulen sus libros con la profusión que se merecen.

Eve Gil, La reina baila hasta morir.
Edicones (así dice) Fósforo, México, 2008; 113pp.
Publicado en Siempre Cultura