Los sueños de Eve

Por: Liliana Chávez
Foto cortesía de Facundo E. Ibarra, reportero gráfico de El Imparcial
De izquierda a derecha: Liliana, Eve y Josué Barrera.



Texto leído durante la presentación del libro Sueños de Lot en el marco de la VIII Feria del Libro de Hermosillo dedicada a Laura Delia Quintero, el 14 de noviembre de 2007. Liliana Chávez es licenciada en Letras Hispánicas por la UNISON, reportera y co-editora de la sección cultural del periódico El Imparcial


Contar es una actividad tan inherente al ser humano como comer o amar, tan antigua como pintar en cuevas sus aventuras de cazador, y tan vital, quizá, como respirar. En Sueños de Lot, la escritora y periodista sonorense Eve Gil asume su vocación de Scherezada para contar la historia de tres mujeres que tambien cuentan.
Como el bíblico Lot que fue tomado por sorpresa, engañado por sus hijas para que éstas pudieran concebir de él, el lector también puede ser tomado por sorpresa, engañado desde el título, evocador sin duda del Lot del Génesis, pero desmitificador también de éste y otros mitos de la literatura.
Gracias al talento de Eve para tejer y destejer historias, este libro, ganador del Premio Nacional Efraín Huerta 2006 y presentado el pasado miércoles en la Feria del Libro Hermosillo 2007, se vuelve una metáfora de un infinito sueño, de un aleph que al contarse desprende de sí múltiples imágenes, colores y aromas.
Sueños de Lot ofrece una madeja de historias que al desenmarañarse van dejando ver el sueño original de la autora, o sus múltiples sueños, sus búsquedas literarias, influencias artísticas, su intención de exponer los sueños de los otros, pero sobre todo el juego reconfortante con la palabra siempre habitada de significados previos.
El libro está compuesto por tres relatos: “Vocación de Electra”, “Last tango reloaded” y “Kundera dixit”. Evocadores cada uno desde su mismo título de la obra que lo genera o activa, los cuentos tienen como hilos conductores los temas universales que hacen a una obra precisamamente universal: amor, vida y muerte, y entre ellos, hilos más finos: la soledad, el erotismo, la venganza, la violencia, y el sueño como atmósfera que evade el tiempo.
Los relatos tienen también una voz en común, la mujer como narradora y protagonista, que se desdobla no obstante en tres voces diversas, en tres diferentes formas de enfrentar el destino, en tres disfraces para subir al escenario que es el mundo narrativo que la autora crea en este libro.
La palabra –nítida, cotidiana, casi tangible- se rinde ante el relato, pero no ante ese espacio habitado por múltiples referentes: desde el título del propio libro, los títulos de cada cuento, la configuración de los personajes, la trama, las atmósferas, acciones y diálogos, obedecen a una intertextualidad generadora de múltiples significados más allá de la historia misma y entonces los tres relatos son una conversación sin fronteras de tiempo y espacio con la Electra del mito griego y del artífice de Sófocles o Eurípides, con un “último tango en París” a la vez que con las ficciones tan creíbles de Borges y las verdades increíbles de Kundera, bajo la luna y las estrellas del jazz de la Krall, el cigarro de una tarde de domingo, el filo de la navaja a medio transitar por la piel, la voz atrapada en una grabadora y una pizza de mariscos.
El libro se vuelve diálogo entre autora y lector, entre personajes y su pasado, entre las tres mujeres que cobran forma para expresar su búsqueda –de compañía, de identidad, de simplemente estar en el mundo- a través de una actitud particular ante la muerte, la palabra y el amor.

La mujer y la muerte
En el primer cuento, “Vocación de Electra”, el complejo de Electra se convierte en habilidad otorgada, una “inspiración con que Dios llama a algún estado”, según la definición de “vocación” de la Real Academia. Jenny no tiene ningún complejo, ningún conflicto moral asoma al narrar su propia historia en relación con la muerte, ni el asesinato ni los sucesivos intentos de suicidio.
Esta nueva Electra encerrada no en una habitación de un antiguo palacio sino en la de un decadente hotel sólo espera, mientras dialoga con la muerte que a cada minuto desliza por sus manos. A diferencia de la griega, esta Electra mata por elección y no por destino, esta Electra representa el papel previamente estudiado, mientras espera que, al otro lado de la puerta, estallen los aplausos.

La mujer y la palabra
Si en “El último tango en París”, Marlon Brando no esperaba nada de la mujer desconocida con la que hizo el amor en una habitación que los ocultaba del mundo, en “Last tango reloaded”, Gabriela esperaba saberlo todo de aquel desconocido que contrató una noche de navidad bajo la justificación de un trabajo escolar.
Un prostituto en decadencia a merced de una virginal niña rica que compra más que su cuerpo, sus palabras: un cuento donde el narrador es un simple testigo de los verdaderos narradores, personajes que terminan por trastocar sus roles, por invertir sus papeles de entrevistadora-entrevistado, hasta desnudarse ante una grabadora y varias copas, mientras la conversación se prolonga al agrado de acabar con las palabras como medio de comunicación entre dos personas solas.

La mujer y el amor
En el cuento “Kundera dixit” no hay más explicación para el destino de una pareja que el saberse coincidir como delineados por el narrador de La extraña levedad del ser, así, sin más, porque Kundera ya lo había dicho; o en todo caso por dejarse seducir por el modelo borgiano Maga-Oliveira.
En el mundo real, sin embargo, la literatura es la única unión de Aquamarina y Cronopio –nicks de chat antes que personajes literarios- , la rayuela no es un juego que pueda jugarse para siempre, cuando la coincidencia sólo está en encuentros sexuales fugaces de un fin de semana, y aún así, la historia resulta la más parecida a una historia de amor que se puede encontrar en el libro.
Con Sueños de Lot, Eve Gil demuestra que las historias son del lector una vez contadas, que la literatura universal puede ser refuncionalizada a la luz de nuevas lecturas y apropiada de manera que sus posibilidades de significación se expandan y actualicen.
Si en el Génesis, el inicio del mundo conocido por la palabra, las hijas de Lot se rebelan ante su destino y eligen lo que desean y realizan ese deseo, ¿por qué no pueden hacerlo también una joven actriz, una estudiante y una periodista de este siglo?
En lo íntimo de un departamento o de una habitación de hotel, las tres mujeres de Sueños de Lot exponen sus palabras, su soledad y su erotismo, sus deseos y ese sueño en el que sus historias quedan suspendidas, listas para demostrar que los encuentros literarios son posibles sólo en medida que el lector los haga reales, por medio, claro, de un viaje hacia las historias que hacen de la literatura un refugio memorable.