Novísimos autores sonorenses I

De mi reciente paso, fugaz pero intenso, por mi natal Hermosillo, me he traído una serie de libros de nuevos escritores sonorenses y otros que, si bien no tan nuevos, son ya jóvenes clásicos, como el poeta Iván Figueroa. Entre estos pequeños tesoros que pretendo ir comentando sobre la marcha, se encuentra el primer libro de Josué Barrera titulado Conducta amorosa (Instituto Sonorense de Cultura, Programa Editorial de Sonora 2007).
Josué Barrera pertenece a la generación emergente de escritores sonorenses que, acaso por su íntima relación con las nuevas tecnologías, sin contar el apoyo del que gozan actualmente los jóvenes artistas por parte de la actual administración cultural, ha rescatado a la literatura regional, valga la redundancia, del regionalismo, más aún, del localismo del que autores de generaciones anteriores, que escribían para su gente y nadie más –quiero suponer que era esto y no mediocridad pueblerina-, llegaron a abusar (aunque, hay que aclarar, varios de ellos han salido triunfantes de este marasmo, sumándose con dignidad a esta nueva corriente que no necesariamente alberga recién llegados).
Nacido en Torreón, Coahuila, en 1982, Josué Barrera, hijo adoptivo de Sonora, pertenece a esta nueva e interesante camada de plumas que persiguen no solo calidad, sino remover las entrañas del lenguaje para aportar un grano de arena al vasto Desierto Literario que no es más desierto en un sentido textual sino en otro, geográfico. Decía Ítalo Calvino: “La levedad para mí se asocia con la precisión y la determinación, no con la vaguedad y el abandonarse al azar”. Supongo, aunque no le he preguntado, que Josué estaría más que de acuerdo con esta sentencia. Los cuentos que integran su primer libro, Conducta amorosa, que “si todo resulta bien, publicará otro”, se ajustan al concepto de levedad que tenía Calvino, y que Kundera comparte con él.
Por un lado, tenemos textos que indagan escrupulosamente en el verdadero fondo de las alianzas erótico-amorosas. Psicólogo de profesión, aunque sin alardear de sus conocimientos, Josué se luce, no obstante, exponiendo las recónditas emociones, intenciones, propósitos y anhelos de sus personajes cuyas edades fluctúan de un texto a otro: se introduce lo mismo en la psique de un adolescente que en la de un cuarentón, o en la de un hombre, una mujer, un homosexual, etcétera, e invariablemente resulta coherente y verosímil en todas ellas. Asimismo, distrae su interés de las hazañas y/o acrobacias sexuales de los personajes para centrarse en las angustias que el aspecto psico-emocional de dicha relación ejerce sobre el narrador o los personajes. Otra constante de estos relatos, es el conflicto que involucra a tres personajes sin referirse necesariamente a una rivalidad amorosa o a un menaje a tríos. Los actores son esencialmente inteligentes, indagan en sí mismos, si no es que se conocen a profundidad, y enarbolan un lenguaje simple y llano para explicarse a sí mismos, no tanto al lector, el origen de sus miedos, pasiones, rencores, complejos.
Resalta por ser un híbrido de relato y crítica cinematográfica el espléndido texto “Pequeño espectador del mundo”, donde la vida del narrador gira en torno a las películas de Pedro Almodóvar que, más que influenciarlo en el aspecto artístico y/o psicológico, modifican sensiblemente su manera de ver el mundo. De entrada, resulta un tanto desconcertante que este narrador, cuya orientación es claramente heterosexual, se regodee en la descripción del cuerpo de Javier Bardem y señale estar enamorado de Antonio Banderas, por ejemplo. Se identifica, por otro lado, con las llamadas “Chicas Almodóvar”: “(…) Recuerdo que Sonia me dijo sorprendida: ese Almodóvar ha explorado el alma femenina, y ha demostrado la forma en que amamos, odiamos, damos cariño, alegría y nos volvemos cómplices con nosotras mismas (…)” Al margen de la desenvoltura con que el narrador se reconoce seducido por el mundo almodovoriano y el estupendo desenlace, se encuentra una crítica que, sin ser erudita (por fortuna), expone en forma lúcida y sin complacencias una visión del arte de este maravilloso cineasta manchego.
Habría que aplaudir, por otro lado, el tino con que, al igual que Almodóvar, Josué consigue darle voz y presencia a la Mireya de “La ciudad grande, inmensa e infinita”, al que bien podríamos calificar de relato feminista (¿por qué no?, pregúntome. El feminismo no está vedado a los varones). En dicho texto, una joven madre de familia para quien la vida ha perdido alicientes externos a su vida conyugal, se descubre deseada de pronto por un extraño. A partir del impacto de descubrirse todavía joven, hermosa y deseable, Mireya se encuentra en la disyuntiva de asirse a una ilusión platónica que le permita sobrellevar su existencia aburrida, o cometer adulterio. La forma en que son llevados los pasos de la protagonista de quien no se sabe a bien si se dirige hacia un precipicio o hacia el inicio de una vida interior plena, con una suerte de misterio, aderezada de flash-backs y focos rojos de la conciencia, la autoestima y la sensatez, logran un texto redondo que deja plenamente satisfecho al lector que busca sorprenderse (y yo soy de estas).
En general podríamos decir lo mismo de los relatos reunidos en Conducta amorosa, incluyendo el primero, “Conversación”, escrito en 2001, cuando el autor contaba 21 años. Todos ellos se caracterizan por la inmadurez de sus personajes, en contraste con la madurez de una voz narrativa sólida que, me atrevería a afirmar, está a punto de encontrar una personalidad propia, que es lo más difícil de obtener para un escritor. Contrario al escritor frustrado de “Cada uno de nosotros, todos”, intuyo que Josué sabe exactamente lo que quiere y lo que busca; que cuando se embarca en la escritura de un texto lo deja fluir sin imponerle una meta o una intención… aunque, claro, él podría desmentirme…
Josué Barrera es asimismo editor de una de las revistas literarias más interesantes que han surgido en territorio Sonorense: La línea del cosmonauta, y cabeza de un loable proyecto que se propone difundir el arte literario de Sonora en el ciberespacio: Proyecto Faz.