Sho-shan y la dama sonorense

Por: Luis Humberto Crosthwaite
Para comenzar es necesario hacer una aclaración: quien esto escribe no pretende ser objetivo porque simplemente el entusiasmo no se lo permitiría. En estas líneas no encontrarán ustedes un análisis exhaustivo y científico de esta singular novela, más bien serán gritos de entusiasmo.
(Imagínenme como una porrista emocionada, brincando y sonriente frente al triunfo de su equipo. Eso soy, y aquí brinco y sonrío, y me declaro, sin pena y más bien con orgullo, como devoto fan de la escritora sonorense Eve Gil.)
Y como fan me dirijo a ustedes:
Conocí a Eve cuando era mucho más que Eve; de hecho era cuatro letras más, Eve-lina.
Evelina Gil era una muchacha de ojos grandes y cabello largo que frecuentaba encuentros literarios en Hermosillo como uno de tantos jóvenes escritores egresados de la Universidad de Sonora. Dentro de poco publicaría y causaría escándalo con su primera novela Hombres Necios en 1993; pero esta novela y los premios con los cuales empezó su carrera no anunciaban aún la metamorfosis de Evelina hacia la escritora y periodista Eve, que tanto Felius como yo tienen el orgullo de presentar esta tarde.
Eve Gil es un caso único en las letras mexicanas. Aguda observadora, lectora empedernida, escritora compulsiva, su singularidad recae en el hecho de que es una autora que constantemente sorprende a sus lectores. Nadie sabe bien lo que saldrá de su cerebro norteño, ni siquiera me atrevería a especular sobre el tema que abordará en su próximo libro.
La admiro por novelas como Réquiem por una muñeca rota, publicada por Tierra Adentro en el 2000, y me entusiasmo por novelas como Virtus, del 2008, publicada por Jus.
Durante los últimos 15 años, Eve se ha vuelto una especie de terapeuta que logra sacar lo mejor o peor de sus personajes, todos muy humanos y desconcertantes. Sus historias no balbucean, saben hablar directamente, sin tapujos. Ella es una psicóloga de la narrativa pero también sabe leer el tarot, nos adivina.
La Muñeca rota es una adolescente gorda que duda de su belleza y envidia a la flaquita que es hermosa porque así lo dicta la sociedad. Eve sabe hacer reír, pero también estruja a sus lectores, estira sus fibras emocionales, seduce con sus palabras.
Virtus, en cambio, apela a la inteligencia más que a las emociones. Eve dirige la mira hacia nuestro sistema político y critica con ferocidad todo lo que ella considera inútil e injusto. En Virtus vivimos en una especia de mátrix donde la felicidad se nos receta a cucharadas virtuales. Es su propia versión del Mundo Feliz de Huxley, pero con un presidente prefabricado, nacido en Tijuana of all places.
Sin ella saberlo, con Virtus Eve se volvió mi mejor amiga. Me di cuenta que ambos surgíamos de mundos similares. En mi caso, la lectura de ciencia ficción me empujó hacia la literatura. La lecturas de seres extraterrestres como Ray Bradbury, Isaac Asimov y Ursula K. Leguin, entre muchos otros, me hicieron ver que la imaginación no tiene por qué estar limitada.
Pero con Sho-shan y la Dama Oscura, Eve es más que amiga, se vuelve una entrañable hermana.
Hace unos años, por no sé qué misterios, decidí profundizar en el cine de Akira Kurosawa. Y obsesivo como soy, a la vuelta de pocas semanas vi 29 de sus películas en orden cronológico, desde Sanshiro Sugata, de 1943, hasta su magistral Madadayo, de 1992. De ahí pasé al prolífico Yasujiro Ozu y no paré hasta quedar pasmado con cineastas como Takeshi Miike y el otro Kurosawa, Kiyoshi, uno de mis favoritos.
Mientras que los ojos se me alargaban de tanto cine japonés y la panza me crecía por tantas palomitas de microondas, no dejé pasar la oportunidad de sumergirme en el mundo manga. Era un regreso a mi infancia, aquellos tiempos cuando me hipnotizaban series de televisión como Fantasmagórico y Kimba, el león blanco, o sentía repugnancia por Candy Candy o Heidi que yo consideraba (guácara) sólo para niñas. (Todavía me dan ganas de vomitar pensar en la canción del abuelito dime tú.)
En esta nueva jornada de manga y anime, ya muy adulto y muy escritor, pasé por historias maravillosas como Ghost in the shell, Milenium actress, Perfect Blue, Grave of the Fireflies; repasé no sin chillar melodramas como las aventuras del pequeño Remy, además de clásicos como Akira, Ninja Scroll y por supuesto todo lo del maestro Hayao Miyazaki.
Y por si esto fuera poco, no me perdía un episodio de Pokemon y aprendí a jugar Yugi-Oh, aunque jamás logré ganarle a mi hijo Santiago, quien siempre tenía mejores cartas que las mías.
Nunca imaginé que con esta inmersión a la cultura japonesa no hacía más que prepararme para el más reciente libro de Eve Gil. Se puede decir que estaba más que listo para leerlo.
Para mi sorpresa (y nótese que “sorpresa” es una palabra recurrente cuando hablo de Eve), ella escribió un libro que se desarrollaba en un punto intermedio entre el mundo de los mortales y el universo manga. En el mejor estilo japonés, Sho-shan y la Dama Oscura contiene todo el drama, complejidad psicológica y violencia propia de los mejores animes. La protagonista, una niña mexicana con rasgos orientales, lucha contra el mal y la injusticia, sufre calamidades, se enfrenta a su destino y resulta triunfante a pesar de las tragedias.
Pero la historia no es simplemente una serie de eventos, existe también un trasfondo, un análisis de la intolerancia social, del rechazo a quienes se considera diferentes.
Violeta Monsalve (llamada también Murasaki y eventualmente Sho-shan), parece “chinita” por sus ojos rasgados y por su fascinación por esas historias con monitos de ojos grandes. Es juzgada como “rara” y propensa a la violencia.
Su hermana menor, Luisa (llamada también Lu y Cho, que significa “mariposa”), no habla, sufre ataques y es diagnosticada con el Síndrome de Asperger. Aún teniendo cuatro años, los adultos la culpan de un crimen imposible.
Su ángel protector es la misteriosa escritora Dagmar Obscura (llamada también Dama y quizás Danae Fujita o Valentina Nóvgoroda). Ella es la heroica mamá que lucha contra los estereotipos y defiende su derecho de educar a sus hijas a su manera.
Sho-shan y la Dama Oscura es una novela breve e intensa, de corte juvenil, mestiza entre lo mexicano y lo japonés. Ahí están los personajes con superpoderes y los personajes cómicos, torpes, malvados y benévolos que nunca deben faltar. Ahí están los espectros y figuras ancestrales que son tan capaces de devorarnos como de darnos un sabio consejo. Pero tratándose especialmente de Eve Gil, ahí está el gusto por contar historias, la escritura fina que la caracteriza y el afán por sorprendernos, (sí otra vez la palabra “sorpresa”).
Sho-shan y la Dama Oscura llega en un momento en que todo parece estarse volviendo un poco manga: seres poderosos y sus ejércitos de secuaces mueven los hilos de este país, mientras los héroes anónimos tratan de sobrevivir un día a la vez. Sólo falta la llegada de esos personajes mitológicos que nos defiendan de las fuerzas malignas; los que pueden volar o lanzar centellas o por lo menos contar con un inventario de robots gigantes o amigos mágicos. Ellos faltan para defendernos de los opresores; mientras tanto contamos con Eve, que no sabe defraudarnos, un personaje que ya tiene los ojos grandes y el superpoder de su escritura.
Espero que todos aquí hayan leído algún libro de Eve Gil (recomiendo además las tres historias que forman su premiado Sueños de Lot), o por lo menos espero que la conozcan por sus excelentes blogs.
Reitero que es para mí un orgullo estar aquí y agradezco a los organizadores de la Felius por haberme permitido la oportunidad de hablar sobre este libro.
Tijuana, B.C, octubre 12 del 2009