Entrevista con Sergio Loman, fotógrafo: La crisis es enemigo pequeño para la creatividad

Foto: Eve Gil
EVE GIL
Sergio Loman (México, 1956) es un fotógrafo obsesionado con aprender y actualizarse continuamente; se auto recicla sin detenerse en lamentaciones respecto a los incesantes cambios tecnológicos que tanto afectan a los artistas del lente. La necesidad de una actualización permanente que de por sí implica el ejercicio profesional de la fotografía, y no tiene empacho en realizar otro tipo de trabajo –actor, por ejemplo, que también lo hace muy bien- cuando surge la necesidad de hacerse de equipo de nueva generación que le permitir caminar a la par de estos tiempos que el sociólogo Giles Lipovevsky denominó Hipermodernidad. Loman es, sí, de naturaleza muy competitiva…pero la competencia es consigo mismo, no le interesa competir con nadie más.

En 1995 compitió con más de 1,000 destacados fotógrafos de todo el mundo para que su imagen titulada “Tamiz Térmico” apareciera en la portada del Art Director Index to Photographers No. 20, publicada por Rotovisión con sede en Suiza, siendo el primer fotógrafo mexicano en recibir dicha distinción. Define su alquimia personal de la siguiente manera: “equilibrio entre técnica y talento, observación entrenada, comprensión de la luz y manejo óptimo de los detalles que conforman la fotografía, lo cual incluye modelos, clientes, escenografía, colores, etcétera, y de esa forma “logra cantar al unísono y en plena armonía una melodía que será reflejada a través de la luz del flash y atrapada en el acetato de tu cámara” (Grandes fotógrafos publicitarios en México, (Kodak de México, S.A de C.V/ Grupo Tragaluz A.C, México, 1977).

Por otra parte, y si bien su principal campo de acción es la fotografía de modas donde ha sido ampliamente reconocido, no existe en este hombre sereno y sencillo nada que nos haga suponer que está “contaminado” por el muchas veces mezquino medio de glamur y veleidades en el que se desenvuelve. Y eso podría deberse a que se ha ganado a pulso cada éxito profesional, sin padrinazgos, ni empujones que no sean los de aquellos junto a quienes aprendió técnicas que poco a poco fue adaptando a su propia personalidad, además de su ya mencionada facilidad para adaptarse a las nuevas tecnologías…aunque alguna vez haya tenido que recurrir al ingenio para colarse en las más altas esferas donde terminó desplazándose como pez en el agua.

“Yo ya tenía en mente una cámara, desde muy niño –comenta, con una sonrisa que solo es posible calificar como “pura”-No tenía idea de qué iba a hacer con ella, mucho menos de que podría ganar dinero…como objeto siempre me atrajo irresistiblemente. Mi hermana mayor me vendió una cámara PENTAX. Le compré además una angular y un lente que me hizo descubrir un mundo asombroso, y descubrí lo fascinante que es experimentar. Además, me gustaba ver trabajar a otros fotógrafos y empecé a admirar y a reconocer su trabajo. Esos elementos –la admiración, el respeto- son imprescindibles para la formación del artista, sin importar cual sea su disciplina.”

Era el año 1982, el joven Sergio era un joven de clase media alta que vivía en la Colonia Nápoles. Sin embargo, para lograr su sueño de ser fotógrafo, tuvo que renunciar a la seguridad de su hogar y de la sopa caliente: “Me salí de mi casa a los 17 años. Me había comprado un carrito verde gracias a un comercial que hice como modelo. Ése era mi dormitorio. No quería que mi familia se enterara cuando me iba mal, pero después me alcanzó para rentar una habitación.”

“Cuando vivía en la Nápoles, todas mis vecinas pasaron por mi cámara –prosigue el fotógrafo sin perder la sonrisa- y se quedaban felices porque se veían mejor que en la realidad. Siempre supe encontrarles el ángulo. También hice una película con ellas, con otra camarita. Esos fueron mis comienzos: soy fotógrafo de modas nato. Mi primer trabajo en este rubro lo realicé sin sueldo, sujeto a prueba. Soy autodidacta. Recuerdo que después que un querido amigo me enseñó sus fotos, le dije “¡qué padre!, ¿cómo le hiciste?”, y me llevó a un librero cubierto de libros sobre fotografía y me dijo “Todo lo que te interese saber, está aquí”. Pues empecé a comprar mis propios libros y a armar un laboratorio en mi recámara. Constuí una ampliadora con una lata de leche Nido, así como un foco, un lente viejo. Junto con este amigo empezamos a fabricar, con segueta y soldadora, todos los tripiés. Fundimos plomo en la estufa para formar la parte central de los mismos. Todo el equipo lo hicimos por mano propia. Las cámaras no, claro, pero sí el equipo complementario.”

En México, sin embargo, lo que aporta ganancias no es el arte, sino la televisión –que por lo general le da la espalda al arte, vamos, ni siquiera se ha dado por enterada de que podría ser no solo divulgadora sino, incluso, generadora de arte- razón por la cual, Sergio hizo sus pininos detrás de una cámara…de video: “Salté al cine y a la televisión, siempre detrás de la cámara. Llegué a soñar con ser director de arte, concretamente en cine, porque en televisión el camarógrafo está muy manipulado por el director, y el asistente es el que mueve los cables, es decir, no aprendes nada, todo es automático. En el cine es otra cosa: aunque ahora la distancia de la cámara se mide con láser.”

Eso no impidió al joven emprendedor consagrar su tiempo libre a su verdadera pasión, y no pasó mucho tiempo antes de ser contratado para campañas a gran escala: “Tomé fotos para un perfume que se llamaba First, y me auxilié con una lancha inflable logré el efecto de las olas del mar chocando contra unas rocas, agarrado por un anzuelo de oro, salpicando y todo. A partir de allí empecé a hacerme cargo de la publicidad de perfumes. Casi de inmediato renté una casa en la Roma. Llegaban los modelos y al verme me preguntaban, ¿dónde está el fotógrafo?, “Pues soy yo”, contestaba. Estaba muy chiquito. Empecé a subir mi nivel y a viajar por toda la república, y había tanta demanda que no tenía tiempo. Trabajé prácticamente con todo mundo. Como fotógrafo comercial, aquella fue mi mejor época.

Entre los empleos que le permitieron reunir el dinero necesario para hacerse de un equipo más que decente, estuvo uno bastante ingrato en la Cineteca Nacional: “Trabajé en el cine móvil, que consistía en llevar películas a las poblaciones cercanas con una camper enorme. Pero eso se acabó por falta de presupuesto, y me pasaron a hacer las sinopsis de las películas. Como yo no le caía bien al jefe de allí, me mandó a la bodega del nitrato para llevar un inventario de las cintas…justo en el año en que la bodega se incendió (24 de marzo de 1982).”

(Recordemos, entre paréntesis, que el incendio de entonces lo atribuyó Arturo Moreno Durazo, director de Policía y Tránsito, a una explosión de 15 litros de nitrato de plata empleado para la conservación de las cintas).

“No me gustaba el trabajo- prosigue Sergio- Mi obsesión era la fotografía, pero recuerdo que allí había un fantasma y me apagaban la luz. Salía a ver quien había sido, y no había nadie. Se movían las lámparas frente a mí y todo eso, pero terminé haciéndome amigo del fantasma, que era un chavo de 18 años… y yo tenía 23. Le dije: “Ya estoy harto de estar aquí. Si me ayudas a salir, yo te ayudo”

Por supuesto, no todo se lo dejó al fantasma: “Me salía en las tardes, con un álbum bajo el brazo, a buscar trabajo y repartir tarjetas, y me salió la oportunidad de montar una exposición en Canadá, patrocinada por el gobierno. Yo solo tenía una cámara chiquita, pero me proveyeron de una HAZEL BLACK y me prestaron un helicóptero para tomar las partes más importantes de la ciudad y armar un mural con ellas… ¡y renuncié a la Cineteca! Dos semanas después de mi renuncia, ocurrió lo del incendio. Y siempre he pensado que todo se lo debo al fantasma, al que, por cierto, liberé con un ritual.

Sergio Loman fue asistente, en plan de segunda cámara, de otro gran fotógrafo publicitario, el estadounidense Steve Lynch que habría de ser su mejor amigo y mentor. Éste llegó a México para hacerse cargo de la campaña de una cigarrera en 1970: “Yo era el que cargaba las maletas –ríe Sergio. No sé si creerle- Pero cuando Steve decidió tomarse un descanso, me cedió la cuenta de El Palacio de Hierro … bueno, en realidad un amigo me avisó y de inmediato me puse un traje y me les presenté… y al día siguiente empecé a trabajar con su catálogo, y hasta entonces me di cuenta que ya podía. Lo difícil fue hacerme de equipo: me di cuenta que llegaban modelos y se ganaban por sesión lo que yo ganaba en un mes…pues que me voy al gimnasio (más risas), me vuelvo “metrosexual”, que todavía no estaba en boga el término, y empecé a modelar. Lo hice incluso para el propio Steve Lynch que me incluyó en sus catálogos. Y lo que gané lo invertí en equipo fotográfico. A Steve le sigo diciendo “Papá”

En el 95 hizo la portada del ARTS DIRECTOR y empezaron llamadas de todo el mundo, de España, de Alemania “Me pedían fotos para libros y revistas, o me pedían que diera conferencias sobre mis técnicas. Regreso a México y me dan la campaña de Coca-cola. Por lo menos ese año fue como un sueño hecho realidad.”

La situación del país, que ha afectado a los mejores artistas de nuestro país, sin importar cuántos logros hayan cosechado en el exterior, así como la declive de la cámara digital y la imposición de los bancos de imágenes que facilitan el trabajo de los publicistas en detrimento del verdadero arte, han afectado seriamente el quehacer de Sergio Loman, que sin embargo no se detiene a llorar lo que para otros pudiera ser considerado un fracaso: “Si tú quieres una ballena, hay diez mil para escoger. Y luego está el photoshop, con el que, personalmente, he optado por conciliar mis diferencias porque no se puede negar la realidad. No niego que experimento nostalgia de la época en que el impresor solo aceptaba placas de transparencia, y éstas tenían que ser perfectas, y yo soy un amante de los retos y de la perfección aunque me lleven mucho más tiempo que con un programa de computadora. Añoro también la época en que hacíamos los efectos con reflectorcitos y espejitos, y ahora con el photoshop los diseñadores acapararon ese trabajo, y si bien eso afectó muchísimo a los fotógrafos, considero que es necesario dominar esas mismas técnicas para no quedarse rezagado. El talento puede mucho más que los más sofisticados adelantos tecnológicos…y estos, por su parte, de poco sirven si detrás de ellos hay alguien sensible y creativo que le dé un uso óptimo.

Sergio, que había dejado de lado su etapa de modelo y actor, no tuvo empacho ni complejos en retomarla con la única finalidad, otra vez, de reunir dinero que le permitiera hacerse de las últimas tecnologías con que los diseñadores gráficos pretenden desplazar a los fotógrafos del ámbito comercial, “volví a hacer castings como actor, y allí aprovecho para repartir tarjetas entre otros actores. Como empecé, cerré el ciclo. Salí del carrito verde, y regresé a él…metafóricamente hablando. Mira, allá está afuera, descompuesto (risas). Pero confío en que todo va para arriba. De cualquier manera siempre he sentido un poco de nostalgia por mi época de chavo, cuando andaba en camión…me emociona más el recuerdo de mis comienzos, que el del punto alto de mi carrera cuando realizaba sesiones a bordo de yates de millonarios, y eso se debe a que soy adicto a aprender nuevas técnicas…y uno nunca aprende más que cuando es joven y empieza de cero.

Pero independientemente de su retorno a los castings a que lo orilló el declive del trabajo fotográfico, que nada tiene que ver con su talento como fotógrafo, que se incrementa día a día, tuvo tiempo qué dedicarle a una disciplina que había sacrificado en nombre de lo que le daba de comer, que era la fotografía publicitaria: la fotografía de arte: “Se me ocurrió durante un viaje en el metro, cuando observé cuidadosamente a las personas que viajaban conmigo. Mi situación ya era difícil entonces, y me pasó por la mente que todos los que viajábamos en aquel vagón éramos unos muertos dentro de un ataúd subterráneo. No hay emociones que se muevan, pensé. Y yo no quiero estar muerto…necesito hacer algo nuevo. Y decidí escribir un libro titulado Semjase (EDAMEX, 1999). Creo que desde entonces ya no uso el metro, y ando en bicicleta…no por elitista, sino porque no soporto ver tantas caras largas (risas) Además, es un excelente ejercicio.”

Semjase es en realidad la secuela de una novela del propio Sergio titulada Xochipilli, que escribió durante el momento más crítico de su existencia cuando al desplome de la fotografía se suscitaron una serie de hechos dolorosos para su vida personal, como fue su divorcio. Semjase es mucho más que un libro sobre cuestiones místicas y paranormales que pueden dejar fríos a los más escépticos. Lo que no deja frío a nadie son las extraordinarias fotos que las acompañan, aunque el papel no sea demasiado fino. Y sí, son fotografías en blanco y negro, detalle que solo un ignorante puede calificar como defecto, pues el blanco y negro –y eso lo saben los más connotados fotógrafos –impacta mucho más al ojo humano porque reproduce con mayor fidelidad lo que este ve. Aún así, Sergio reconoce que la idea original era presentarlas a colores: “Originalmente Kodak patrocinaría ese trabajo… pero se vino la crisis y por ello tuve que recurrir al blanco y negro…pero a fin de cuentas eso le dio mayor realismo a las imágenes.”

“Mientras escribía ese libro –prosigue el fotógrafo mexicano- empezaron a moverse muchas cosas en mi vida. Se trata de una crónica pero escrita con mucha emoción. Intenté rescatar mi matrimonio con este libro… pero ella ni siquiera lo leyó.” Su extraordinario trabajo fotográfico, sin embargo, reunió una serie de cosas que difícilmente se verá en otros libros de arte, como por ejemplo el cráter del Nevado de Toluca a 4 3000 metros sobre el nivel del mar; la Pirámide Kukulkán en Chichén-Itza, el avistamiento de un ovni…y otras fotos de impresionante belleza que capturan a un México que nunca desaparecerá por más corrupción…por más sangre derramada en torno nuestro. Como bien dijo el príncipe Xochipilli: “Moriremos para renacer en/ Los jardines floridos del Tlalocan,/ Transformados en flores, mariposas y/ brillantes colores del arcoíris:/ Iluminarán nuestro camino de/Conocimiento hacia/La luz infinita.”

“Cuando estuvimos en Xochipilli nos íbamos a acampar al Popocatepetl y caminábamos al amanecer a tomar fotos del paisaje. Yo gané un concurso de los paisajes de fotos y mi amigo MANOLO ganó otro. Lo curioso es que en un lugar energético de estos no es fácil trabajar en esto, se congelaban los tripiés, se empañaban los lentes, las pilas se bajaban. El de Xochipili (EDAMEX, 1996) es en la montaña del Popo y el de Semjase es el Nevado, entonces nos quedábamos a dormir allí, con un frío terrible.” Y todo ello, hay que agregar, sin fines de lucro: solo amor al arte y a un país que insiste en ser pródigo con los artistas a través de sus maravillosos paisajes y leyendas…los gobernantes son otra cosa. Ni siquiera se les puede denominar “mexicanos”.

“Actualmente –concluye optimista el fotógrafo- la foto publicitaria no deja mucho lugar a la creación. Existe la posibilidad de proponer, aunque a veces se vuelve tedioso…y no falta quien te robe una idea. A mí me han robado slogans. Luego se paran el cuello con tus ideas, y eso inhibe un poco la creatividad también. En cierto modo es como vivir un sueño terminado…para comenzar otro nuevo… porque nunca pierdo la esperanza de encontrar un nuevo camino que me permita crear, crear y crear.”