Leyendo a Eve Gil: sobre "Sueños de Lot"

Por: René Avilés Fabila

No recuerdo con precisión cuándo empecé a leer a Eve Gil, tampoco tengo la certeza de si mi conocimiento inicial se debió a sus materiales periodísticos en el desaparecido suplemento Arena, del diario Excélsior, todavía cooperativa, o a través de sus libros. Poco o nada sabía de la autora salvo que había ganado el Premio Nacional de Periodismo Fernando Benítez, en 1994 y que su origen era sonorense. Más adelante supe con precisión su fecha de nacimiento: 22 de septiembre de 1968, año fatídico para las luchas sociales y políticas del país.
Aunque Arena nació creado por el rufián intelectual cubano Lisandro Otero para borrar de la casa Excélsior el suplemento (El Búho) que formé y dirigí durante casi trece años, no me alejé del diario, jamás. Así que solía leer a los jóvenes que en esas páginas aparecían, por ejemplo, Alberto Chimal y Eve Gil. El periodismo cultural de la segunda me gustaba y me gusta: es agudo, inteligente, de buena prosa, con observaciones sensibles. No es difícil hacerse adicto a su trabajo periodístico, el que también suelo encontrarme en la revista Siempre! Entrevistas, crónicas, críticas literarias y reportajes. Su nombre comenzó a serme familiar, a quedar dentro del círculo de los periodistas culturales que me gustan, que me dejan hondas reflexiones.
Cuando desapareció Arena, Eve reaccionó con energía y publicó un indignado artículo por aquel suceso. Tenía razón, son pocos los diarios que tienen suplementos, que aceptan el valor de la cultura y el arte en general, como para ver tranquilamente la muerte de uno de ellos. Lo leí y el ardor de sus argumentos me convenció a pesar de mis resentimientos personales. Dejé de leer las colaboraciones habituales de Eve Gil, pero solía toparme con sus artículos e informaciones culturales por medio de internet. De pronto recibí un correo electrónico firmado por Eve Gil, le interesaba publicar algunos de sus trabajos en la revista que sucedió a El Búho, Universo de El Búho. Le respondí de inmediato que desde luego me interesaban sus colaboraciones, que serían un lujo para la revista. De esta manera comencé a acercarme más a la escritora. Con cada texto suyo aumentaba la admiración. Su feminismo era inteligente y apasionado, pero no era el de una extremista enemistada con los varones ni una entusiasta de calificar las diferencias bajo el pretexto de las luchas de género.
En algún momento el poeta Dionicio Morales, también periodista cultural de renombre, me habló de ella, de Eve y de su esposo, Ramón, a quien por cierto está dedicado su libro, el que ahora nos reúne, Sueños de Lot. No, le dije, no los conozco. ¡Pero cómo, si colaboran con nosotros! Dos o tres días después, para subsanar el monstruoso equívoco nos reuníamos Dionicio y yo con Eve y Ramón en una espléndida cantina. A partir de entonces la amistad ha sido fructífera y en ascenso, quiero decir que con cada libro suyo la admiración aumenta.
Sueños de Lot obtuvo un premio destacado: el Certamen Nacional de Cuento Efraín Huerta 2006. Creo que la lista de premios conquistados por Eve es interminable: con Hombres necios conquistó el Premio Único La Gran Novela Sonorense, con El suplicio de Adán, el Premio Libro Sonorense (1966) y su volumen de ensayos Jardines repentinos en el desierto ganó el Premio Libro Sonorense. El Fondo Editorial Tierra Adentro, en 2000, editó Réquiem por una muñeca rota y en España le editaron Cenotafio de Beatriz. Como es posible apreciar por estos pocos datos curriculares, Eve Gil es una escritora de largo aliento, de altos vuelos. Si a ello le añadimos que es una mujer generosa y decidida a ayudar no sólo a sus amigos sino a todos aquellos que tienen talento y se acercan a solicitar apoyo, el cuadro es completo.
Sueños de Lot está integrado por tres relatos: “Vocación de Electra”, “Last tango reloaded” y “Kundera dixit”. Las tres historias son impecables, yo diría que perfectas. No es fácil decir cuál de ellas es mejor, todos tienen una distinguida manufactura y son capaces de ingresar en la más severa antología. La escritora argentina Ana María Shua, en la cuarta de forros, invita a los lectores o quizá los incita o provoca: “Prepárese, porque en estos textos no se les ahorra el desparpajo, las hembras fuertes y locas, el pulso del deseo. Por aquí, en estos cuentos, nada es lo que parece ser, los personajes se visten y se desvisten de su nombre y su persona, como si su propia identidad fuera una lencería erótica, lista para volar por el aire en cuanto incomode al placer.”
Hay razón para señalar esa característica de Eve Gil, su pasión por crear personajes fuertes, distintos. Las mujeres dejan de ser dóciles, marionetas en manos masculinas para hacer y deshacer a su antojo, para mostrarle al varón su valía y audacia. Es entonces cuando vemos al eterno triunfador de la vida, el hombre que nunca deja de ser macho, reducido a sus reales vestidos: los de la inseguridad. En México, pocas mujeres o quizá ninguna han ido tan lejos. Otras han intentado hacer una literatura donde los personajes femeninos no sean las eternas víctimas, sino seres seguros de su sexualidad y de su carácter, son triunfadoras que no se rinden ante el macho sino que suelen doblegarlo.
Eve Gil no rehuye lo que a tantas otras mujeres les aterroriza, la escena erótica, sexual, de cama, en las blancas sábanas que llamamos páginas. A lo sumo, las más audaces sugieren, se aproximan con timidez, es el mundo de los hombres, ellos sí pueden decir como le hicieron el amor a una mujer con lujo de detalle. Eve lo hace con naturalidad, originalidad y excelente prosa y deslumbra a los lectores. Yo le di a mis alumnos, a jóvenes que están en la etapa final de su carrera, redactando la tesis, y todos sin excepción quedaron deslumbrados, algunos hasta muy profundamente emocionados. Discutimos los cuentos y pude comprobarlo.
Sí, el mundo de Eve es inquietante, la familia, el amor sexual, las parejas disparejas, nadie queda dentro de lo convencional. Coincido con el crítico Ignacio Trejo Fuentes, a quien no le gusta dividir la literatura en la que hacen los hombres y la que le pertenece a las mujeres. Hay buena y mala literatura. Pero la de Eve es imposible que un varón la escriba, al menos cuando uno tiene en las manos Sueños de Lot. Es una mujer audaz, inteligente, sensible, quien escribe de personajes que son hombres y mujeres, pero siempre vistos por una creadora de seres distintos, “raros” para el común de las personas, pero que existen y que por fortuna se hacen notar.
Sueños de Lot está lleno de citas y referencias literarias, de Cortázar a Kundera, de Defoe a Nabokov, pero también hay personajes dramáticos de la mitología, del teatro clásico, de la ópera y de la cinematografía. Es una literatura escrita por una mujer culta, pero las referencias no están allí para impresionar ilusos sino para reforzar las tramas y sus personajes, porque todos han tenido la fortuna o el infortunio de pasar por el tamiz de cierta educación. La literatura de Eve es realmente distinta de todas aquéllas que ahora conocemos.
Yo he escrito un buen número de cuentos y varias novelas amorosas, de tal forma que siempre me ha preocupado cómo hombres y mujeres describen las relaciones de pareja, las sexuales. Creo que nadie como Eve para ello, para hacerlo con naturalidad y para además mostrar un mundo poco conocido, el de la mujer que dispone de su cuerpo con libertad y audacia, la que no vive subordinada a los límites sociales, convencionales, aquellos que han metido a las mujeres en jaulas mientras que el varón recorre libremente camas y más camas sin mostrar algún desprestigio, a lo sumo la fama de don Juan, de Casanova. La nuestra es una cultura donde la mujer ha vivido largamente subordinado al hombre, donde si él se adueña de varias mujeres simultáneamente es un “héroe”, pero si la mujer hace lo mismo, no por simple imitación sino por necesidad, gusto o placer, entonces estamos en presencia de una prostituta. Por fortuna, la literatura de Eve Gil es un parte aguas, quien la lea no podrá caer en las trampas de una literatura que se antoja convencional o pasada de moda.
Sí, la literatura de Eve, lo mismo su periodismo que sus relatos, son desafiantes, subversivos, transgresores. Son, por añadidura, hermosos, de prosa delicada y justa, precisa. Los cuentos de Eve son los de una mujer audaz y segura. Una prosista de primera línea, espléndida. Cuando converso con ella, siento que observa más de lo que habla, pero cuando escribe refleja un mundo intenso, lúdico, creativo, original e inquietante. Los tiempos son distintos y las escritoras son asimismo diferentes, pero en algunos momentos pensé en la Anaïs Ninn de los cuentos eróticos: audacia, belleza, originalidad, profundidad y un encanto morboso que con el excelente trabajo de prosa se convierte en arte.
Si el primero de los relatos, “Sueños de Lot”, es una inacabada, eterna, obra dramática donde los abusos se ponen máscaras y los personajes interpretan muchos papeles, en el último, “Kundera dixit” es una moderna versión de la búsqueda del amor sexual, el amor-pasión, cuya duración es efímera, pero que por lo regular es inolvidable y permite desplegar fantasías ilimitadas, sobre todo hoy que tenemos internet y ella es capaz de fusionar el mundo virtual con el real. El de en medio, “Last tango reloaded”, está visto como un homenaje a un célebre film de Bertolucci, una cinta inolvidable que marcó a varias generaciones y que aún hoy es visto como una obra maestra del juego entre la soledad y el amor.
Eve Gil es sin duda un fascinante caso en las letras nacionales, una narradora de gran poder y altura, virtuosa, profunda, que corre hacia los mejores sitios. Pocas (y pocos) como ella para romper los pesados valores nacionales, para revolucionar las letras que comienzan a estancarse. Es cierto, no es la única, al amor-pasión, al tema erótico, se han acercado otras excelentes narradoras como Inés Arredondo, Ethel Krausse y Margarita Peña, por citar un puñado. Pero Eve arremete contra la mojigatería del país con una asombrosa naturalidad y sin aspavientos en busca de una nueva moral, adecuada a los tiempos que corren. Leyendo su periodismo cultural y sus libros, me he sentido satisfecho, enriquecido.
Estoy seguro que ustedes tendrán las mismas sensaciones. Gracias.