Simone de Beauvoir, 100 años: Amante de toda libertad

Por Diana Gutiérrez


En el cementerio de
Montparnasse, el cineasta francés Claude Lanzmann le recitaba un fragmento de La fuerza de las cosas (1963) mientras las jóvenes, bajo la consigna de no despertarla, entonaban el himno del Movimiento de Liberación de la Mujer. La que yacía en el interior del féretro, colocado a un costado de donde se hallaba el del escritor Jean Paul Sartre, era Simone de Beauvoir (París 1908-1986) quien portaba el anillo de compromiso obsequiado por Nelson Algren, uno de sus amantes. El 15 de abril de 1986, la prensa mundial informó sobre la muerte de quien fuera considerada la pionera del feminismo francés. Y la filósofa Élisabeth Badinter declaró al semanario Le Nouvel Observateur: Mujeres, se lo deben todo.A un centenario de su nacimiento, el legado feminista de la autora de El segundo sexo (1949) supera el literario y las interrogantes sobre su vida persisten, según la opinión de algunas escritoras mexicanas y galas. A De Beauvoir le debo sus visitas a la biblioteca para investigar, convencida de su derecho a disfrutar lo que los gringos llaman a life of the mind. También el recuerdo de sus turbulentas emociones y sobresaltos eróticos, convencida de su derecho a disfrutar lo que los gringos no llaman a life of the body, dice Cristina Rivera Garza.


Nacida en una familia burguesa venida a menos, de madre católica y padre agnóstico, Simone Lucie Ernestine Marie Bertrand de Beauvoir acogió el ateísmo a los 14 años, y a los 21, alejada del seno familiar, inició su vida en pareja con el filósofo y escritor existencialista Jean Paul Sartre. Fue una burguesa bohemia, califica la investigadora francesa Karine Tinat. De largos ojos azules y cabello recogido en un eterno chongo rodeado por turbantes, De Beauvoir hizo caso a la sugerencia insistente de Sartre al incursionar en la literatura, a través de La invitada, su primera obra publicada en 1943. La leí hacia los veinte años. Tanto ésta como Los mandarines me mostraron una serie de vidas complejas y solitarias en las que el papel del intelectual francés era relevante. Son buenas novelas, pero no tienen la singularidad literaria de (Virginia) Woolf, comenta Ana Clavel. Aunque la fundadora del Movimiento de Liberación de la Mujer (MLF) escribió cinco novelas, una obra de teatro y dos libros de cuentos, sólo recibió un reconocimiento a favor de su trayectoria literaria: el Premio Goncourt por su obra Los Mandarines (1954). Sin mujeres como ella, como Rosario Castellanos, como Judith Butler; lo mismo sin Emily Brönte y Elena Garro, una no podría ser y escribir de la misma manera, afirma Clavel la autora de Las violetas son flores del deseo.


Al aparecer en Francia su ensayo más reconocido, El segundo sexo, la sensibilidad vaginal, el espasmo del clítoris y el orgasmo masculino escandalizaron a los lectores de la época. Sin embargo, la obra vendió 22 mil ejemplares en una semana.En el texto, De Beauvoir suscribió el feminismo a la doctrina existencialista y, como también lo haría Sartre, defendió su gusto por la libertad y la inexistencia del destino, a través de la frase que la consagró: La mujer no nace, se hace.Previo a su publicación, De Beauvoir visitó México en compañía de Algren y volvió sola 23 años después, en 1971. Nunca se consideró una víctima del hombre. Fue una conquistadora de la libertad de la mujer. Abrió las rejas de la cárcel que apresaban al género femenino en un esquema naturalista de madre, esposa y ama de casa, apunta Tinat, coordinadora de la Cátedra Simone de Beauvoir de El Colegio de México.


La escritora Eve Gil elogia la vigencia de la obra beauvoiriana.Fue la primera intelectual en proponer que el feminismo debía relacionarse con los conflictos de otros sectores oprimidos y las minorías. Aunque posee algunos puntos ya rebasados, sigue siendo un portento de la racionalización de los mitos que afectan a ambos sexos.Pero entre sus estudiosos y lectores, De Beauvoir aún despierta algunas interrogantes. Y es que hacia el final de sus días, la activista que se negó al matrimonio y la maternidad, adoptó a Sylvie Le Bon.La ternura y la necesidad de compartir son de todos. Esto explica el porqué de la adopción de Sylvie, así como su entrega a Algren con quien aceptó vivir y le confesó su gusto por servirle en todos sentidos, explica Tinat.


En Cartas a Sartre, compilación de escritos publicada tras su muerte, la escritora confesó la bisexualidad que ejerció con algunas de sus alumnas, condición de la que no habló en vida.No es ella quien explica sus personajes, expresa Tinat, sino estos los que la revelan.Llamada afectuosamente con el sobrenombre de Castor, dado por su amigo René Maheu, De Beauvoir murió el 14 de abril de 1986, concluyendo así el amor necesario profesado a Sartre que ningún amor contingente hizo sucumbir.
Fuente: Reforma / México


Miércoles, 09 de enero de 2008