Prólogo de "Jardines repentinos en el desierto", nuevo libro de ensayos de Eve Gil

Por: Diana Palaversich
La crítica literaria mexicana ha sido siempre un campo de predominio masculino: los mismos, hablando de lo mismo, Rafa Saavedra dixit. Contadas son las voces de mujeres que lograron hacerse oír en los espacios monopolizados de la cultura mainstream mexicana, pero ninguna de ellas ha penetrado la valla del espacio cultural mexicano, celosamente guardado por los críticos pertenecientes al establishment cultural, con la sagacidad y precisión de la pluma de la escritora y crítica Eve Gil.

Desde las páginas de los suplementos culturales, pero particularmente –y como buena hija del nuevo milenio– desde su blog “la trenza de Sor Juana”, Eve, por la fuerza de su inteligencia y sus lecturas iluminantes e iluminadoras, ha logrado atraer un considerable público nacional, internacional e intercontinental, del cual ya nos podríamos considerar fans literarios.

Entre México, Estados Unidos, Argentina, Australia y Nicaragua, para nombrar sólo unos pocos países, vuelan los correos electrónicos – “¿Viste lo que escribió Eve sobre la Pizarnik?… ¿Leíste su ensayo sobre la narrativa del norte?…”. Y con estas y otras cosas, el público crece cada vez más a la sombra del suspenso, a ver quién va a ser la autora, el autor o el tema del cual se ocupará Eve esta vez.

Es aquí, en este libro de ensayos que tenemos en las manos, que Eve, la habitante de Sonora de otros tiempos, regresa a estos ‘jardínes repentinos del desierto’ de su nostalgia.

En estos seis ensayos dedicados al análisis de las obras de Alberto Ruy Sánchez, Agustín Ramos, Francisco Rojas Gonzáles, Brianda Domecq, Emma Dolujanoff y Federico Campbell, – de los cuales sólo Ruy Sánchez es de origen sonorense–, Eve analiza las narrativas de dichos escritores que toman lugar en los desiertos de Sonora.

En estos textos lúcidos, versados en teoría literaria, empapados en la historia del norte mexicano y enriquecidos por un conocimiento envidiable de la literatura internacional, la autora esclarece la narrativa en cuestión poniendo un énfasis particular en tópicos tales como la relación entre los autores, los personajes y el medio ambiente; la relación entre la ficción y la historia de Sonora; el choque cultural entre la cultura blanca y mestiza con las culturas nativas de los yaquis y los seris.

En suma, a los lectores les toca decidir si los escritores discutidos en estos ensayos han sido realmente capaces de leer el inmenso libro del desierto o son, por el contrario, advenedizos al mismo y por consiguiente para ellos los cielos y las arenas de Sonora serán siempre un misterio o, en el mejor de los casos, un vacío semántico -la tabula rasa sobre la cual proyectan sus propios deseos.