Respuesta a Martín del Campo respecto a sus peyorativas declaraciones sobre las escritoras mexicanas

¿Por qué una de las preguntas de rigor, a la hora de entrevistar a un escritor varón de cierta fama, es “qué opina de las mujeres que escriben”?
Por aquí empiezo mi respuesta al comentario del escritor David Martín del Campo, publicado en el número 2898 de la revista Siempre!: preguntándole al autor de la entrevista, Alejandro Alvarado, el motivo de esta pregunta con cuya respuesta prácticamente cubrió la plana, siendo que Martín del Campo es un autor prolífico, a quien pudo haber interrogado abundantemente sobre su obra.
Del mismo modo que siempre he criticado a los reporteros que se aproximan a un escritor sin conocer su obra, ergo, sin tener idea de qué preguntarle, condeno también a los escritores que responden por responder, por temor a quedar como un ignorante, sin entender que muchas veces el silencio es más signo de sabiduría que de ignorancia.
La respuesta del aludido a tan sesudo cuestionamiento, irá de mal en peor: “…Se trata de un fenómeno que comenzó a distinguirse alrededor de los años setenta…”
Martín del Campo no aclara si el “fenómeno” al que refiere, es exclusivamente mexicano. En cuyo caso queda en manifiesto su total ignorancia respecto a autoras de la talla de Laura Méndez, Concha Urquiza, María Elvira Bermúdez, Elena Garro, Emma Dolujanoff, Rosario Castellanos, Inés Arredondo, Josefina Vicens, Enriqueta Ochoa, Amparo Dávila, Luisa Josefina Hernández, Dolores Castro, Guadalupe Dueñas, María Luisa Mendoza, Elena Poniatowska, que empezaron a escribir antes –mucho antes, en el caso de las primeras – de los setentas.
Agrega: “Estamos a la par, hoy hay tantos escritores como escritoras”, a lo que yo agregaría: sí, pero algunos escritores –y lectores- continúan percibiendo la literatura escrita por mujeres –que no femenina- como arte de tercera, como sub género. De ahí la insistencia de realizar la consabida pregunta formulada, en este caso, por Alejandro Alvarado.
Lo que sigue es digno de enmarcarse para el Museo de la Misoginia: “Detrás de ellas (Ángeles Mastretta, Silvia Molina y Cristina Rivera Garza, únicas autoras a las que concede importancia en el campo de las letras mexicanas) viene toda una gama de escritoras que están publicando con cierto facilismo. El buen oficio literario se está perdiendo… la mayoría de las mujeres escriben horrible, no saben escribir; ni siquiera usan los gerundios…”)
Analicemos cuidadosamente esta declaración: presiento que lo que Martín del Campo quiso decir no fue “publicando con cierto facilismo”, sino “escribiendo”. Referirse a lo primero, sería tanto como escupir hacia arriba, porque Martín del Campo publica sus novelas, independientemente de su calidad –bastante irregular, algunas buenas, otras mediocres- en las mejores editoriales del país y de manera más que constante. Publicar en México, para la mayoría de los mortales, sean hombres o mujeres, es terriblemente difícil. A algunos se les ha hecho más fácil hacerlo en el extranjero.
Escribir ya es otra cosa: la mala prosa, la mala poesía no es exclusiva de un sexo. A diario se leen montones de cosas terribles, tanto de autoría femenina, como de autoría masculina. No se me había ocurrido, hasta ahora, realizar un balance respecto a quienes salen ganando (o perdiendo, según se vea), porque sería ridículo: la literatura no tiene sexo. Y esto no es una guerra. Sin embargo, David Martín del Campo prácticamente acusa a las escritoras de haber echado a perder el medio editorial mexicano.
Quisiera además entender a qué se refiere con que Ana Clavel “enseña buenos propósitos”, y que Aline Pettersson y Mónica Lavín “traen su discurso”. Esto no me dice nada. Lo único que consigo entender, es que las tres autoras por él citadas no tienen nada en común, excepto ser mujeres, y que de cada una de ellas podrían decirse cosas verdaderamente trascendentes… si las hubiera leído alguna vez.
Para rematar, Martín del Campo afirma contundente algo que no hace sino confirmar mis sospechas de que no ha leído a ninguna de las autoras por él citadas al azar:

“¿Qué es lo que nos ofrecen las mujeres? Ellas eluden de principio historias de violencia, por ejemplo; se quejan de los resabios que hay del discurso patriarcal machista. Te platican del marido que dejaron porque era un cabrón y de que en el camino no encuentran más que la escoria. Eso es de lo que hablan…”

Este discurso subraya lo que ya intuíamos: el señor Martín del Campo no ha leído escritoras mexicanas, o en todo caso ha leído muy pocas. Dos de las que cita como ejemplos (Mastretta y Molina) son de las pocas que actualmente abordan temas tradicionalmente considerados como “femeninos” y que, desde mi punto de vista, son tan válidos para desarrollarse literariamente como cualquier problemática que concierna al ser humano… y las mujeres somos seres humanos.
Revela, asimismo, un profundo resentimiento por sus colegas y el prestigio que con tanto esfuerzo se han labrado a lo largo de siglos… no solo de treinta años para acá.

EVE GIL

Lee completa la entrevista de Alejandro Alvarado aquí