Estimado Lic. Bours:
Aunque me dirija exclusivamente a su persona, esta carta incluye a todos los ciudadanos de Sonora, de la república mexicana y del mundo entero que experimenten la misma mezcla de dolor, rabia, frustración e impotencia de quien esto escribe.
Resulta contradictorio que a las pocas semanas de que su Estado, que es también el mío, se sumó a la ignominiosa ley que penaliza como asesinas a las mujeres que, por alguna razón –que no cualquier razón, pues las mujeres no suelen abortar por deporte ni por placer-recurren al aborto, se suscite una tragedia de las dimensiones de la acaecida el pasado viernes 5 de junio de 2009 en la ciudad de Hermosillo, en la que la mayoría de las víctimas resultaron ser bebés cuyas edades oscilan entre los 3 meses y los 3 años.
Qué curioso: un Estado empeñado en castigar a mujeres a las que considera homicidas de sus propios hijos –argumento del todo absurdo para cualquiera que tenga elementales conocimientos de medicina-, abandona a su suerte a las madres que perdieron a sus hijos en el incendio de la guardería ABC, incendio que, como es ya del dominio público, no fue accidental sino provocado por una cadena de negligencias que parten del nulo interés de quienes pretendieron negociar con las necesidades de las madres trabajadoras, a quienes ni su gobierno –priísta- ni ninguno de los gobiernos panistas que optaron por penalizar el aborto, provee de las condiciones más elementales para asegurarle bienestar a sus hijos, como sería el acondicionamiento de guarderías GRATUITAS, perfectamente equipadas y provistas de elementos tan obvios como un extintor y salidas de emergencia estratégicamente ubicadas.
Cuando me enteré de que la guardería ABC era en realidad un bodegón donde se improvisaron cunitas y sillitas para, a partir de este símil de guardería, lucrar con las necesidades de las madres trabajadoras –en tiempos de crisis como los actuales, ninguna mujer puede permitirse el lujo de dedicarse exclusivamente a sus hijos, como usted comprenderá-y que este bodegón con cunitas y sillitas, rodeado de materiales altamente flamables como pueden serlo los muros de tabla roca y los archivos muertos, me pregunté, como creo se preguntaron muchos mexicanos, de qué sirve pagar tantos impuestos, si encima de que se les cobra el servicio a las madres de familia, cosa a todas luces anómala tratándose de una guardería subrogada por el IMSS, no se les brinda a sus hijos las mínimas condiciones de bienestar y seguridad.
Tengo entendido que todo parte de un decreto presidencial que vuelve factible la posibilidad de que cualquier persona, no importando sus antecedentes ni nivel educativo, pueda convertir su propia casa, incluso un bodegón inmundo, en una guardería donde depositar a nuestras criaturas mientras realizamos nuestra contribución a la sociedad con nuestro trabajo. Eso, de entrada, es una canallada. El gobierno debiera asumir su responsabilidad de asegurar el bienestar de los hijos de las trabajadoras con edificios o casas apropiados para tal objetivo, así como garantizarnos que quién se hará cargo del cuidado de nuestros hijos será personal especializado para tal fin. A cambio, vulnerabiliza todavía más la situación de las madres trabajadoras dejándolas a merced de cualquier “buen samaritano” que, en el mejor de los casos, no incurrirá en maltratos físicos, psicológicos o sexuales contra los niños cedidos a su cuidado.
Como suele suceder, tuvo que acontecer esta desgracia… tuvieron que perecer 44 pequeños mártires, sin contar a aquellos que sobrevivirán con graves quemaduras y un trauma psicológico acaso irremediable, para que la sociedad volteara a vernos a las madres trabajadoras y a nuestros hijos, y cayera en cuenta de que en este país somos precisamente nosotros, madres e hijos, la clase más vulnerable, más pisoteada, más segregada de este gobierno que, ¡oh ironía!, considera asesinas a las mujeres que recurren al aborto, aún si la concepción ha sido producto de una violación o si su vida corre peligro.
Nada devolverá a las madres huérfanas –porque los padres también podemos quedar huérfanos de hijos-la sonrisa de sus bebés… nada en este mundo logrará consolarlas por el resto de sus jóvenes vidas. Nada que hagamos devolverá la alegría a las madres de los niños que resultaron con quemaduras de tercer grado y quizá vean transcurrir su infancia sin juegos. Nada, absolutamente nada.
Aún así, el Estado de Sonora… el pueblo de México, EXIGE se haga justicia a quienes todo lo perdieron gracias a la irresponsabilidad y afán lucrativo de políticos y empresarios que están detrás de esta aberrante circunstancia. Personajes que, por increíble que parezca, tienen hijos pequeños, como sería el caso de la propietaria del “inmueble”, la señora SANDRA TÉLLEZ NIEVES y su esposo, ALFONSO ESCALANTE HOEFER, SUBSECRETARÍO DE GANADERÍA DEL ESTADO DE SONORA. Estoy completamente segura de que sus hijos no se asomaron ni por error a la “guardería” de la que sus padres eran orgullosos propietarios, porque como suele ocurrir con personas de esta calaña, solo la vida de los de su clase o los de su familia posee un valor. Los demás solo les somos útiles cuando se encuentran en campaña.
Por supuesto, también a todos aquellos que hicieron posible la tragedia, empezando por el ECONOMISTA DANIEL KARAM, director del Instituto Mexicano del Seguro Social, quien convenientemente se hizo ojo de hormiga ante las evidentes inconsistencias del bodegón que operaba como guardería, a quien el señor Calderón, mínimo, debiera cesar de su cargo y sustituirlo por un MÉDICO.
Todos los involucrados con la tragedia, los propietarios y los que aportaron los permisos para el funcionamiento de la “guardería”, es decir, los cómplices de estos, deben hacerse cargo de los gastos médicos y educativos de los niños sobrevivientes hasta que cumplan dieciocho años, ya que, en este país que trata como delincuentes a las mujeres que abortan, resulta casi imposible visualizar a tantas señoras de la alta sociedad y distinguidos esposos puestos tras las rejas. Es lo mínimo que podría esperarse.
La sociedad sonorense espera que Usted haga justicia, que les garantice que las víctimas de esta tragedia sean compensadas en lo básico, que quienes están detrás de estas anomalías no abandonen su administración como Poncio Pilatos. Puedo asegurarle que los sonorenses no les permitiremos lavarse las manos tan fácilmente
Atentamente
EVE GIL
Escritora y periodista sonorense
Aunque me dirija exclusivamente a su persona, esta carta incluye a todos los ciudadanos de Sonora, de la república mexicana y del mundo entero que experimenten la misma mezcla de dolor, rabia, frustración e impotencia de quien esto escribe.
Resulta contradictorio que a las pocas semanas de que su Estado, que es también el mío, se sumó a la ignominiosa ley que penaliza como asesinas a las mujeres que, por alguna razón –que no cualquier razón, pues las mujeres no suelen abortar por deporte ni por placer-recurren al aborto, se suscite una tragedia de las dimensiones de la acaecida el pasado viernes 5 de junio de 2009 en la ciudad de Hermosillo, en la que la mayoría de las víctimas resultaron ser bebés cuyas edades oscilan entre los 3 meses y los 3 años.
Qué curioso: un Estado empeñado en castigar a mujeres a las que considera homicidas de sus propios hijos –argumento del todo absurdo para cualquiera que tenga elementales conocimientos de medicina-, abandona a su suerte a las madres que perdieron a sus hijos en el incendio de la guardería ABC, incendio que, como es ya del dominio público, no fue accidental sino provocado por una cadena de negligencias que parten del nulo interés de quienes pretendieron negociar con las necesidades de las madres trabajadoras, a quienes ni su gobierno –priísta- ni ninguno de los gobiernos panistas que optaron por penalizar el aborto, provee de las condiciones más elementales para asegurarle bienestar a sus hijos, como sería el acondicionamiento de guarderías GRATUITAS, perfectamente equipadas y provistas de elementos tan obvios como un extintor y salidas de emergencia estratégicamente ubicadas.
Cuando me enteré de que la guardería ABC era en realidad un bodegón donde se improvisaron cunitas y sillitas para, a partir de este símil de guardería, lucrar con las necesidades de las madres trabajadoras –en tiempos de crisis como los actuales, ninguna mujer puede permitirse el lujo de dedicarse exclusivamente a sus hijos, como usted comprenderá-y que este bodegón con cunitas y sillitas, rodeado de materiales altamente flamables como pueden serlo los muros de tabla roca y los archivos muertos, me pregunté, como creo se preguntaron muchos mexicanos, de qué sirve pagar tantos impuestos, si encima de que se les cobra el servicio a las madres de familia, cosa a todas luces anómala tratándose de una guardería subrogada por el IMSS, no se les brinda a sus hijos las mínimas condiciones de bienestar y seguridad.
Tengo entendido que todo parte de un decreto presidencial que vuelve factible la posibilidad de que cualquier persona, no importando sus antecedentes ni nivel educativo, pueda convertir su propia casa, incluso un bodegón inmundo, en una guardería donde depositar a nuestras criaturas mientras realizamos nuestra contribución a la sociedad con nuestro trabajo. Eso, de entrada, es una canallada. El gobierno debiera asumir su responsabilidad de asegurar el bienestar de los hijos de las trabajadoras con edificios o casas apropiados para tal objetivo, así como garantizarnos que quién se hará cargo del cuidado de nuestros hijos será personal especializado para tal fin. A cambio, vulnerabiliza todavía más la situación de las madres trabajadoras dejándolas a merced de cualquier “buen samaritano” que, en el mejor de los casos, no incurrirá en maltratos físicos, psicológicos o sexuales contra los niños cedidos a su cuidado.
Como suele suceder, tuvo que acontecer esta desgracia… tuvieron que perecer 44 pequeños mártires, sin contar a aquellos que sobrevivirán con graves quemaduras y un trauma psicológico acaso irremediable, para que la sociedad volteara a vernos a las madres trabajadoras y a nuestros hijos, y cayera en cuenta de que en este país somos precisamente nosotros, madres e hijos, la clase más vulnerable, más pisoteada, más segregada de este gobierno que, ¡oh ironía!, considera asesinas a las mujeres que recurren al aborto, aún si la concepción ha sido producto de una violación o si su vida corre peligro.
Nada devolverá a las madres huérfanas –porque los padres también podemos quedar huérfanos de hijos-la sonrisa de sus bebés… nada en este mundo logrará consolarlas por el resto de sus jóvenes vidas. Nada que hagamos devolverá la alegría a las madres de los niños que resultaron con quemaduras de tercer grado y quizá vean transcurrir su infancia sin juegos. Nada, absolutamente nada.
Aún así, el Estado de Sonora… el pueblo de México, EXIGE se haga justicia a quienes todo lo perdieron gracias a la irresponsabilidad y afán lucrativo de políticos y empresarios que están detrás de esta aberrante circunstancia. Personajes que, por increíble que parezca, tienen hijos pequeños, como sería el caso de la propietaria del “inmueble”, la señora SANDRA TÉLLEZ NIEVES y su esposo, ALFONSO ESCALANTE HOEFER, SUBSECRETARÍO DE GANADERÍA DEL ESTADO DE SONORA. Estoy completamente segura de que sus hijos no se asomaron ni por error a la “guardería” de la que sus padres eran orgullosos propietarios, porque como suele ocurrir con personas de esta calaña, solo la vida de los de su clase o los de su familia posee un valor. Los demás solo les somos útiles cuando se encuentran en campaña.
Por supuesto, también a todos aquellos que hicieron posible la tragedia, empezando por el ECONOMISTA DANIEL KARAM, director del Instituto Mexicano del Seguro Social, quien convenientemente se hizo ojo de hormiga ante las evidentes inconsistencias del bodegón que operaba como guardería, a quien el señor Calderón, mínimo, debiera cesar de su cargo y sustituirlo por un MÉDICO.
Todos los involucrados con la tragedia, los propietarios y los que aportaron los permisos para el funcionamiento de la “guardería”, es decir, los cómplices de estos, deben hacerse cargo de los gastos médicos y educativos de los niños sobrevivientes hasta que cumplan dieciocho años, ya que, en este país que trata como delincuentes a las mujeres que abortan, resulta casi imposible visualizar a tantas señoras de la alta sociedad y distinguidos esposos puestos tras las rejas. Es lo mínimo que podría esperarse.
La sociedad sonorense espera que Usted haga justicia, que les garantice que las víctimas de esta tragedia sean compensadas en lo básico, que quienes están detrás de estas anomalías no abandonen su administración como Poncio Pilatos. Puedo asegurarle que los sonorenses no les permitiremos lavarse las manos tan fácilmente
Atentamente
EVE GIL
Escritora y periodista sonorense