Carta del escritor Carlos Sánchez al ex Gobernador sonorense Eduardo Bours Castelo

¿Para quién es el complejo (¿cultural?) Musas?
Señor gobernador, Eduardo Bours Castelo:
Había en ese espacio muchos árboles, lomas de tierra. Lo indagaba con mi existencia de niño. Jugaba a volar y mis ojos naufragaban en esos canales como ríos diminutos.
Crecimos los de mi generación pateando balones, nadando dentro de la alberca, a un costado de esa área a la que le llamamos en su momento, vivero. Había un mundo verde lleno de pájaros.
Pasan los años y la vida se transforma. Lo sabe usted, lo sabemos todos. Y en afán, supongo, de fomentar el gusto por el arte, un día las máquinas excavadoras cambiaron de sitio las plantas. Y las enviaron a la colonia Hacienda de la Flor. El móvil fue la construcción del complejo Musas, un espacio para la cultura. Según los díceres. En fin, esto lo sabe al pie de la letra.
Paréntesis: en ese parque de la Hacienda de la Flor, he paseado ya algunas tardes, empero no he visto actividad independiente alguna, como las que se realizaron en el vivero durante las protestas para que no se construyera Musas.
De la polémica que existió respecto al tema, estuve al margen porque creo que las ciudades requieren de transformación, y sobre todo porque esta ciudad, desde mi personal punto de vista, requiere un recinto de la magnitud como lo prometieron en su momento.
Desde que supe de ese proyecto, harto feliz celebré, sobre todo porque se suponía habría un teatro. Me aventuré a construir un proyecto personal, el cual consistía en envejecer trabajando dentro de ese espacio, como intendente, como velador. Todo porque el solo hecho de estar en un teatro, me llena de emociones.
Vino después la decepción, el saber que el teatro quedaba fuera del proyecto (al menos en lo inmediato, eso nadie lo ha explicado). No obstante, y acatando la consigna de una orden de trabajo, ese día ocho de septiembre, a las siete de la tarde, me dirigí a ese lugar que mis pies reconocen desde siempre, sólo que a estas alturas con la transformación a cuestas lo reconocen totalmente diferente.
De pronto miré la iluminación de unas plantas en el umbral del recinto, mi conclusión fue el cómo cambian los tiempos, y me remití a ese pasado, en el que los árboles sólo recibían la luz de la luna, y a veces.
Mientras recordaba, miraba también a los cadetes de la academia de policía, y los carros último modelo ingresar al estacionamiento, y veía descender de ellos a personas vestidas como si tuvieran una cita con el acontecimiento más importante de sus vidas.
En mis pasos despreocupados, con algunas dosis de emoción por conocer el nuevo recinto para el arte, había también una necesidad de retroceder. Porque, señor gobernador, regularmente me son non gratos estos eventos, donde el glamour es requisito indispensable. Pero avancé. Total, me interesa lo que allí se pueda observar, escuchar, e inevitablemente, debía yo cumplir con una orden de trabajo.
En una valla metálica, un joven de cabellera engomada, con un atuendo de policía, con un radio fajado en su cintura, con un chaleco gris, me preguntó (sin desaprovechar la oportunidad de subir de tono su voz, para dejar clara su jerarquía de policía) que si adónde me dirigía. Mi respuesta fue que a la inauguración de Musas. No puedes entrar, me dijo. De dónde vienes, agregó. Le dije que soy un ciudadano, y que me interesaba observar el edificio, y que aparte, debía elaborar una nota del evento. No puedes pasar, me dijo. Traes identificación, me preguntó.
No respondí, porque mientas me interrogaba, otras personas accedían al lugar, sin necesidad de dar explicaciones.
Me di la media vuelta y me retiré, porque no pude dejar de ver en los ojos de ese guardia, policía, guarura, la prepotencia y las ganas de que yo insistiera, porque seguro era que el próximo paso sería la represión hacia mí.
Señor gobernador: ¿Cómo poder explicar el sentimiento que me aborda? ¿Qué adjetivo utilizar cuando a uno se le impide recorrer la tierra donde nació?
Intento decirlo pero dudo que me entienda. Y para que desgastarme si cuando el móvil para mutilar mis pasos hacia Musas, fue, concluyo, que visto mezclilla, uso tenis, camisa sin fajar. La corbata y el saco nunca me han seducido.
Pero bueno, entiendo las formas y sus discursos sobre la importancia de los niveles, esos de los que usted presume tanto. Yo soy de las Pilas, del mero cerro, y allí hay otros valores, se conceptualiza a las personas no por como visten.
Crecí en ese territorio donde ahora la modernidad nos ha devastado el panorama. Pero sabedor de la necesidad de espacios para el arte, en algún momento lo celebré. Sólo que a partir de la represión, del acceso denegado, mi pregunta es ¿para quién o quiénes es Musas?
Si el pasaporte para conocer el interior de ese complejo es la corbata, el tacuche, creo que me quedaré al margen de su interior. En fin. Parafraseando a Joaquín Sabina (un cantautor español, señor gobernador), sé ahora que al lugar donde he sido feliz no debiera tratar de volver.
Señor gobernador, le informo ahora sobre este desconcierto que me causa la discriminación, que concluyo, como ya lo dije, es por mi manera de vestir y calzar. Pero, señor gobernador, le comento esta infausta anécdota porque es urgente, preciso, ya que el próximo domingo, a las 12:01, usted, con el favor de Dios: se irá.
Atentamente: Carlos Sánchez, las Pilas, Sonora.