El evangelio según RAF

Por: EVE GIL
El título indignará a algunos. A unos, por considerarlo una exhibición de egolatría, a otros –los más- por encontrarlo herético. Ni lo uno ni lo otro. Una vez más, René Avilés Fabila hace gala del desparpajo, ironía, humor negro y sobre todo, libertad creativa que lo caracterizan… con un ingrediente extra, insólito en él: su erudición bíblica, que abarca los llamados Apócrifos. Se trata de una colección de textos que abordan diversos asuntos bíblicos, entre ensayos, relatos y ficciones cortas que con minuciosidad cuestionan varios de los dogmas que, como pareciera decir el autor, han sembrado maldad y caos en el mundo, aunque la Iglesia se empeñe en echarle toda la culpa a Satanás.
En tono ligero, graciosamente indignado, a veces, expone -¿denuncia?- las enormes contradicciones de la versión oficial de la historia del catolicismo, de un Dios que por un lado no solo disculpa, sino que alienta conductas consideradas pecados mortales en sus hijos privilegiados como David, Salomón o Moisés. A unos dispensa las masacres de pueblos enteros, violaciones, adulterios y hasta sentimientos harto mezquinos como la envidia o la avaricia, mientras que a otros que ni a una mosca mataron, como el infeliz Job, castiga por pecados ínfimos de forma cruel y sanguinaria. Resulta evidente, sin embargo, que al buen René le divierte relatar aquellos episodios en que la sensualidad, la lascivia y las doncellas semi desnudas son el platillo fuerte del Santo Libro que durante estos siglos ha servido de pretexto para reprimir la sexualidad –de las mujeres, en particular- y prometer el infierno hasta para quienes experimenten las reacciones naturales y espontáneas del cuerpo sexuado, y es que la Biblia, libro que sin duda apasiona a nuestro ateo autor –caso también de Ricardo Garibay, quien ateo y todo asumía su pasión por el Santo Libro y las alucinantes historias que componen el santoral-, dice RAF, “(…) Es la historia de un Dios que fue suplantado por un largo ejército de curas ambiciosos y dogmáticos, arrogantes y dueños de medio mundo conquistado a sangre y fuego (…) y la Biblia es, con sus excesos y asperezas, pura belleza.” (p. 23).
Aunque RAF, que no quiere pecar de irrespetuoso y mucho menos de hereje, no alude directamente a Dios cuando se pregunta por qué no dotó a Jesús, su único hijo “carnal”, de talento literario para que escribiera su propia historia en vez de dejarla en manos de sabe Dios qué oportunistas, provoca, irremediablemente asociar su protesta con nuestro propio sistema de educación, empeñado en sembrar en los estudiantes miedo y hasta repulsión a la lectura, mientras se juran interesados en formar lectores. La cultura es enemiga de las dictaduras, y la de Dios no es excepción. Los apóstoles –y quienes se hayan hecho pasar por estos pues presiento que si Jesús tuvo la socrática fortuna de contar con un Platón entre sus seguidores, ha terminado desdibujado entre tanto manoseo- colocan en labios de su Señor sentencias tan contradictorias como, por un lado, su declaración de que está aquí para provocar la guerra y luego aconsejar a sus discípulos que ante la impunidad y la humillación, pongan la otra mejilla. Gracias a estas contradicciones, cientos de príncipes de la iglesia justifican sus “guerras santas” y sus ofensas y humillaciones contra los humildes, quien creen –particularmente en México- que su deber cristiano es tener preparada la otra mejilla, la que les quede, para recibir la siguiente tanda de impuestos e invasiones por parte del ejército, por ejemplo. Si el Papa es el representante de Dios en la Tierra, el Presidente es, digo yo, el representante del Papa en México: “(…) se antoja una conjetura: Dios no hizo a su hijo escritor porque tal vez con esa cualidad Jesús hubiera preferido escribir poemas, dramas y novelas (todo de enorme belleza, como los trabajos de Milton y Dante) en lugar de marchar directamente al suicidio crucificado.” (p. 47).
RAF dedica gran trecho del libro a los Apócrifos, que además de resultar más coherentes en sus planteamientos, funcionarían a la perfección como complemento de una Biblia llena de inmensos huecos que se han pretendido llenar con explicaciones metafóricas, siendo que esos papeles expurgados de la edición ortodoxa no solo contribuiría a llenarlos, sino a otorgarles cierta humanidad y hasta simpatía a personajes que resultan terriblemente antipáticos, como ese Rey al que los mexicanos atribuimos la autoría de “Las mañanitas”, o el arrogante Moisés. La “misteriosa” infancia de Jesús, plena de juegos como las de cualquier niño pero no desprovista de milagros, hay que recalcar, así como el hecho narrado por Felipe de que este “solía besar a María Magdalena en la boca”, bastaron para condenarlos, si no a la hoguera –sería interesante preguntarse por qué no se garantizó su desaparición total de la faz de la tierra, quien se ocupó de mantener a salvo los pecaminosos rollos- al terreno de la ficción religiosa, en la cual bien podrían circunscribirse ciertos pasajes de la “versión oficial” y ciertas hagiografías.
El Infierno, como en la Divina Comedia de Dante, ocupa en este libro un lugar preponderante por encima del Cielo. Según el dogma de la Iglesia Católica somos, por naturaleza, mucho más susceptibles a asarnos por los siglos de los siglos, amén, y RAF nos brinda una explicación muy lógica por la que el acceso al Paraíso resulta tan ardua y difícil: sobrepoblado no sería un Paraíso, sino una especie de Acapulco en Semana Santa. El hacinamiento es uno de los elementos que vuelven el Infierno de todos tan temido, particularmente para ermitaños y misántropos. El fuego eterno y las torturas programadas como asignaturas escolares, nada son comparados con todo ese gentío hediondo y gimiente.
René Avilés Fabila, que ya había jugueteado un poco con episodios bíblicos a través de excelentes mini ficciones, vuelve a la carga con un espíritu que no por crítico deja de ser lúdico y provocativo. Lectura recomendable para los que creen en Dios, pero no en el de ese libro tan hermoso como inicuo que es la Biblia y que, con suerte, sea una histórica patraña que nada tiene que ver con su supuesto creador.

El evangelio según René Avilés Fabila
PLAN C Editores
México, 2009
147 pps