México se quedó sin conciencia....

Una de las últimas fotos que le tomé a don Carlos

México se quedó sin conciencia...
Sí, aunque la mayoría de los mexicanos la escucharan solo porque intuían que diría algo brillante y contundente: algo digno de acuñarse-aunque casi de inmediato lo olvidaran para regresar a su cotidianidad-; algo que produjera una sonrisa amarga ante lo certero e incisivo de su opinión. Algo sensato, pese a que la sensatez no es exactamente una de las virtudes más admiradas en este país.
Sí, aunque parezca increíble: México tenía una conciencia maquiavélica ("maquiavéica" en el sentido más estricto, más ético del término); capaz de fotografiar verbalmente la corrupción, la estulticia, la injusticia...y exhibirla en toda su ridicula desnudez. Su voz era lo único que nos hacía sentir que la intelectualidad no coptada por el poder tenía un representante, que después de todo, aquellos no afectados por el sistemático lavado de coco de los spots gubernamentales contábamos con un Diógenes; temido por las elegantes marionetas del poder que lo pensarían dos veces antes de batirse a duelo ideológico con él.
Esa conciencia se llamaba Carlos Monsiváis....y hoy, sábado 19, nos ha dejado huérfanos. Si no de manera definitiva, sí por muchísimo tiempo. 
Yo guardo un lindo recuerdo personal de Monsiváis, a quien entre otras cosas le debo el título de este blog pues cuando le dije mi nombre y percibió mi acento norteño, dijo espontáneamente All about la Eve, aludiendo a la Eve más memorable del cine hollywoodense y al hecho de que los sonorenses tenemos la "maña" de anteponer el artículo "la" o ´"el" a los nombres propios. Pero el recuerdo más grato que guardo de él es cuando, con todo el dolor de mi corazón, tuve que cancelar la que sería mi primera entrevista con él (era el año 2002) porque mi hija pequeña convulsionó por primera vez y tuvo que ser internada en el hospital. Le pedí a la entonces jefa de prensa de Editorial ERA, Marianna Palerm, le explicara mi situación con el señor Monsiváis y me disculpara. Ese mismo día yo apagué mi celular. No quería saber nada del mundo, sentía que mi hija se moría -aunque resultó ser una falsa alarma -y cuando por fin se me anunció que se encontraba bien, todo bajo control, encendí el celular para llamar a mi esposo a su trabajo y darle la buena noticia. Tenía un mensaje de voz: "Buenas tardes, Eve, espero que su hijita se encuentre mejor. Marianna me explicó. Cuenta conmigo para lo que sea y ya habrá oportunidad para la entrevistas. Soy Carlos Monsiváis."
No lo podía creer. Mi imagen del señor Monsiváis -del que naturalmente me habían hablado pestes-no correspondía a un gesto tan tierno como aquel. Creo que desde entonces le tuve un gran afecto, sin contar que, invariablemente, estaba de acuerdo con sus opiniones.
Monsiváis fue uno de los personajes que más he entrevistado, siempre tuvo algo nuevo que decir sin dejar jamás de ser congruente. Nuestra última entrevista, a propósito de su libro conmemorativo del 68, fue, como todas, tremendamente divertida, y sin embargo ya no era el Monsiváis de sonrisa irónica y cejas incontrolables que yo conocí. Más de uno de mis compañeros reporteros comentó, no sin tristeza, que se le veía desanimado y especialmente cansado, que a lo mejor necesitaba un buen descanso.
La máxima ironía: se fue casi de la mano de Saramago, con quien tenía más de una cosa en común. Y aunque no podría jurarlo, presiento que eran buenos amigos.
Se nos fue Monsiváis....pero los noticiarios están demasiado saturados de futbol y del circo de los políticos corruptos para brindarle una sola frase que valga la pena.
Ahora sí sería factible decir, parafraseando a Porfirio Díaz, al que llamaban "dictador" y sin embargo era un santo comparado con el canalla que actualmente nos (des) gobierna: "Pobrecito México...tan lejos de Monsiváis y tan cerca de Krauze...."
Descanse en paz....