"Cenotafio de Beatriz", una novela color violeta. Entrevista con Eve Gil

Por Guadalupe Ángeles

EL INFORMADOR/Guadalajara
Redacción
fecha de publicación: 04-02-2007, 00:06 hrs.
(Primera de dos partes)
“Cenotafio de Beatriz” obra original de Eve Gil fue publicada en la colección Narrativas de rd editores, de Sevilla, España, y luego, como la más reciente edición de la Feria Internacional del Libro le fue dedicada a esa región española, tuve la oportunidad de ver dicha obra en el Pabellón de Andalucía; esto me indujo a ponerme en contacto con esta escritora, quien es una mexicana nacida en Hermosillo, Sonora, autora por cierto, de otro libro que ya conocía: “El Suplicio de Adán”, en el cual acerca a los lectores a la Historia Patria de una manera más que feliz y con un sentido del humor fuera de serie. Una vez encontrada, aceptó charlar sobre aquella novela que viera la luz en abril del año 2005, teniendo como testigo, a la flamante ganadora del Premio Jalisco en Letras, la poeta Patricia Medina, quien asimismo, participó al final de esta conversación.
G.A.- Eve, ¿de qué va “Cenotafio de Beatriz”?
E.G.- Es, ante todo, un homenaje a Dante Alighieri; obviamente, hablar de un homenaje de esta naturaleza, significa hablar de todos los escritores que han tocado a Dante, y esto significa, finalmente, un homenaje a la poesía misma. Por ejemplo, ahí toco a muchos autores, desde Harold Bloom y Borges, hasta Juan Vicente Melo, aunque hay uno que se me escapa, porque desgraciadamente no lo conocía al momento de escribir la novela: Raúl Zurita, poeta chileno…Me hubiera fascinado incluso incluir poemas de él en el libro, porque es el poeta más dantesco que te puedes imaginar, pero traté de acercar a todos los que conocía en aquel momento, incluso Shakespeare.
G.A.- Este homenaje a Dante tiene en su título el nombre de Beatriz, ¿será porque eres una escritora feminista?
E.G.- Soy feminista, aunque no me considero escritora feminista, porque tendría que hablar del feminismo, y yo prefiero practicarlo. Ya se ha hablado mucho de este tema que ha evolucionado al grado de que ahorita, hablar de feminismo significaría hablar de otras cosas, como el estudio de género o la reivindicación de la homosexualidad; como te digo, prefiero escribir con un criterio feminista pero no sobre feminismo.
G.A.- ¿Porque sería caer en repeticiones?
E.G.- Sí, por ejemplo, cuando leíamos a Simone de Beauvoir (que es una de mis escritoras favoritas), sobre todo su libro “La mujer rota”, era necesario abordar ese tema en tales términos, mas ahora se tendría que tocarlo de manera distinta porque la problemática de la mujer ha cambiado, aunque ello no signifique que hoy no haya señoras como la mujer rota, las hay, pero no en el contexto en que Simone escribiera su novela.
G.A.- ¿Qué importancia tiene “Cenotafio de Beatriz” en la panorámica de la literatura mexicana que inclusive ha salido de las fronteras?
E.G.- Mencionas una palabra que me interesa mucho: fronteras; esa es una de las cosas que yo he perseguido siempre escribir literatura a secas, que no se catalogue ni de femenina ni de feminista y muchísimo menos de fronteriza…
G.A.- Tú naciste en el Norte.
E.G.- Exacto, y si naciste en el Norte, hay quienes te catalogan como escritora de narcos, mas yo, aunque en la novela que estoy escribiendo actualmente hay por ahí alguna alusión, jamás he tratado directamente ese tema. Sí hablo de frontera o de las fronteras y su condición específica, mas no como entes geográficos, sino como un espacio simbólico, metafórico…
G.A.- ¿Cómo una limitación?
E.G.- Sí, pero pretendiendo romperla. Aquí por ejemplo, estoy rompiendo una frontera entre la poesía y la vida cotidiana, porque mi novela, si tú la lees con ojos no de poeta, sino de lectora aficionada, verás que te está narrando una historia que puede ser una historia que se vive mucho no en el Norte, sino en el Distrito Federal, pues habla de la relación de una pareja lumpen atrapada en ese ambiente, aunque en realidad no se trate de personajes lumpen, sino universitarios atrapados en una vida de ese género. El cómo se tienen que adaptar a esa vida sería otra lectura de mi novela que rompe, como te digo, fronteras entre poesía y vida cotidiana, porque yo siento que la poesía siempre está allí, aunque yo no sea poeta.
G.A.- ¿Alguna vez quisiste ser poeta?
E.G.- No tengo talento para la poesía. Escribí un poema en 1994, cuando estaba embarazada de mi primera hija, y fue como una iluminación, fue una cosa rarísima, pues cuando lo leía me decía: Es que esto yo no lo escribí. Lo mandé a un concurso, al “Anita Pompa de Trujillo”, y gané una mención honorífica. Fue un fenómeno extraordinario para alguien que en su vida había escrito poesía; después ya no se repitió, traté de hacerlo pero algo me impide escribir poesía. Tengo muchísimo respeto a la poesía y a los poetas excelsos cuyos pasos de ninguna manera podría seguir.
G.A.- Pero espérate, dijo Monterroso: “Si veo toda la tradición en Literatura de la Lengua Española de los Siglos de Oro, toda la gente que ha escrito poesía antes de mí, yo me quedo mudo”. Mejor digamos como María Luisa Puga: “Todo está dicho, pero tengo que decirlo a mi modo”.
E.G.- Pues sí, pero para mí la poesía es… bueno, yo leo mucha poesía. Hay quienes creen que los narradores no leemos poesía, pero yo leo muchísima, todos los días, más que nada por la forma en que manejan el lenguaje los poetas; a mí me apasiona, pues se supone que los narradores lo manejamos distinto, pero, por ejemplo, si lees a Eliseo Alberto, verás que su prosa es poesía pura. Eso se llama fusionar los dos géneros. Yo en esta novela intento, obviamente con mis limitaciones, hacer un poquito eso, fusionar poesía con prosa, no sé si lo logro, eso lo dirán los lectores. Es una novela muy arriesgada en ese sentido.
G.A.- A mí lo que me llama mucho la atención es ese lenguaje entre tierno y sórdido de tu novela; si le pusiéramos un tono a la historia de amor que se va desarrollando, no sería el rojo, sino el violeta, y no es el rojo porque entonces sería un thriller, pero está teñida de un púrpura intenso; me encanta por ejemplo, cómo usas términos, que podrían sonar muy duros en la literatura femenina y, no obstante, al ponerlos en boca de tus personajes, siente uno que en ellos existe una gran dulzura, que se aman desde ese lenguaje de una manera espléndida.
EG.- Te voy a explicar por qué: Estudié mucho a Dante para hacer esta novela, intenté analizar psicológicamente por qué sublimó a Beatriz. En aquella época había una idea (que hoy nos parece absurda, mas no en su contexto histórico): de que la mujer amada era intocable; por eso si tú lees con cuidado lo que escribió de Beatriz en “La vida nueva”, y no tanto en “La Divina Comedia”, te vas a dar cuenta de que a pesar de estar deseoso, se reprimió horrible, y a Beatriz nunca la tocó. No es que la suya haya sido una relación platónica, sino que jamás se atrevió a tocarle ni una mano, a saludarla siquiera, sólo la veía pasar, aunque tal era su deseo, que si hubiera podido seguramente la hace pedazos. De eso partí para hacer este Dante, que es nada casto, sino completamente sexual, igual que su pareja, pero en su relación no existe nadie más que ellos, es un ensimismamiento puro del uno sobre la otra. Beatriz, por otro lado, es un personaje del que sólo conocemos detalles graciosos, como por ejemplo que le retiró el habla a Dante cuando él hizo su lista de las diez mujeres más bellas de Florencia y la puso en el número nueve.
G.A.- ¿Por qué hizo eso?
E.G.- Es que para él, el nueve significaba la divinidad. Y Beatriz no lo supo interpretar así, sólo dijo, ¿cómo se atreve a ponerme en penúltimo lugar? Y le retiró el habla para siempre.
G.A.- Una mujer enamorada es incomprensible…
E.G.- Pero una musa del siglo veintiuno no puede ser pasiva como aquélla, sino activa. Por eso la Beatriz de mi novela no sólo inspira, sino es escritora también; ella escribe sobre Dante.
G.A.- Según insinúas en tu libro, ella empieza a escribir porque él le regala una libreta y así, este Dante del siglo veintiuno convierte a su Beatriz en una escritora. ¿Eso es una metáfora de algo, o no?
E.G.- Bueno, no lo veo como metáfora, quise que mi Beatriz fuera activa, y la forma de hacerla activa, sexualmente y artísticamente, fue hacerla escritora. Esta Beatriz habla sobre Dante en una forma, como Dante habla de Beatriz, no es…
G.A.- ¿De Dante Alighieri o de su Dante?
E.G.- De los dos Dantes, porque los dos, Dante y Beatriz, están obsesionados con la obra de Alighieri, ambos son estudiantes, aunque en este caso, la obsesión de Dante surge cuando se conocen, porque él tiene su obsesión por un poeta y ella está obsesionada con Tenesse Williams, y además, como ella es coja, se identifica con la protagonista de “El Zoológico de Cristal”, pero cuando ellos se conocen, la casualidad de que él se llame Dante y ella Beatriz, hace que ambos empiecen a obsesionarse con la obra del poeta italiano.
G.A.- Mencionas en alguna parte de la novela que ella abandona el proyecto de su tesis sobre el abandono moral en los personajes de Tenesse Williams. Tu Beatriz, a veces llamada Bice, se encuentra en un abandono moral tan abrumador, que decide enfrentarlo yéndose a la ciudad del dolor (que así le llama al D.F.) donde se transforma en alguien que no tiene nada que ver con el desamparo; eso, me parece uno de los logros de la novela, ¿cómo no amar a ese personaje tremendo y a su Dante?
E.G.- Mi Beatriz no es autobiográfico… ojalá lo fuera… En efecto, ella llega a unos extremos tales de dolor que se entrega a su dolor, y entregarse significa entregarse al infierno, un infierno en el que pasan muchas cosas, como en “La Divina Comedia”, donde si te acuerdas por ejemplo, sale el demonio, que aqui no te voy a decir quién es, pero sale y tiene relación con Beatriz, porque aquí ella no está relacionada con Dios sino con el Maligno. Y por eso, en mi obra Dante no busca a Beatriz en el Cielo, sino en el Infierno.
G.A.- La busca para recuperarla.
E.G.- Sí. Pero habría que ver si esta Beatriz es la que él idealizó, y si es capaz de enfrentarla en caso de que no sea como la había idealizado.
G.A.- Ese sería el reto, exactamente, para aquellos que piensan que el amor platónico es el amor perfecto.
E.G.- Sí. Pero en este caso el amor entre mis personajes empieza siendo platónico pero termina siendo… una relación carnal muy fuerte.
G.A.- ¿Podríamos decir un tanto sadomasoquista…?
E.G.- Un poquito, no mucho, pues no se llega a tal crudeza... Se trata, como te decía, de un homenaje a la poesía. Y sobre todo, de recuperar la esencia de la poesía en el siglo veintiuno, de darnos cuenta que la poesía actual está, por ejemplo, en una esquina donde labora un transexual, o donde está un cantante callejero, o en un hotel de paso, o en la Plaza Garibaldi y sus mariachis; allí está la poesía y eso es lo que afirma mi novela. Hay poesía en cualquier parte.
G.A.- Lo que sucede es que, de acuerdo a las nociones y estereotipos que tenemos sobre lo que es la poesía, nos resulta difícil relacionarla con el dolor, porque uno quisiera que se refiriera solamente a lo bello o nos recordara la belleza, no sé, de la naturaleza o del sentimiento humano, pero no con el sufrimiento, que es lo que tu planteas en esos ambientes sórdidos, donde insistes que sí hay poesía. ¿Lo haces como un experimento para desacralizar la poesía?
E.G.- Más que desacralizarla, lo hago para que la vean como es: parte de la vida misma y del ser humano, que no es algo divino, ni propio de unos cuantos privilegiados, eso es mentira. Quienes creen que la poesía es algo fuera de este mundo, algo celestial o intangible están en un error; yo aquí les entrego poesía, creo yo, tal como es, o pretendo entregárselas así…
G.A. Si te parece bien, hagamos una pausa para luego continuar.
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