Este libro verde que tengo aquí fue el ganador del premio Efraín Huerta el año pasado. Es un libro cargado de erotismo, de lujuria, de prohibiciones que se brincan como si cualquier cosa. Es un libro lleno de referencias literarias, una invitación para leer más. El de Eve es un libro de lenguaje aparentemente sencillo, pero sólo en la superficie. Sus personajes femeninos narran sucesos terribles de su pasado con la misma candidez con la que se habla del clima o de una mala comida. Se trata de un libro perturbador, que nos mueve a sentir miedo, pena, asco, tristeza, envidia, depende de nosotros, pero nos mueve a sentir algo y eso es lo que los buenos libros siempre hacen.
En el libro de Eve no hay palabras puestas por casualidad. Como le pasa a los buenos cuentistas, nada es prescindible o accesorio. Es por eso que debemos fijarnos bien en el título: Sueños de Lot. No podemos olvidar a este protagonista del libro del Génesis, ciudadano de las infames Sodoma y Gomorra, que tuvo relaciones sexuales con sus dos hijas, luego de que su mujer se convirtió en estatua de sal, sólo por mirar atrás. Independientemente de quién fue responsable de este famoso incesto (todo depende de la interpretación bíblica, después de todo), lo cierto es que el personaje de Lot representa este tabú. Sus sueños, por supuesto, serían sus fantasías y sus deseos. El libro de Eve, pues, reúne tres relatos que se bordan con el mismo hilo oscuro del incesto: “Vocación de Electra”, “Last tango reloaded”, y “Kundera dixit”.
Aquí, los amores incestuosos por motu propio, sean reales o fantásticos, suceden en los hoteles, mientras que las violaciones incestuosas se llevan a cabo en el hogar, dulce hogar. En los tres textos vemos a las paredes de los cuartos de hotel protegiendo un amor que no es lo suficientemente bueno como para que el mundo lo acepte. Los hoteles se convierten, pues, e un símbolo de aquello que es prohibido, tabú, pero a lo que uno va por su propio gusto o conveniencia.
Es en el viejo Hotel Niza, de pocas estrellas y toallas casi transparentes, a fuerza del uso, donde Ifigenia, “Jenny”, bulímica y envuelta en una toalla, espera como siempre a su amante-director-de-teatro-y-padre, mientras recuerda las violaciones que vivió junto a los amigos de su madre, mientras revive la forma en la que cobró venganza: una Electra-Lolita moderna, de pistola y resoluciones claras.
Es en un hotel de lujo, en plena Avenida Reforma, que vemos un extraño encuentro entre una joven, Gabriela, y un trabajador sexual retirado, parecido a Richard Geere, para tiene la encomienda de hacer el papel de su padre. En el juego de la seducción, ella recuerda a su padre y él piensa en su hija, y al final pasan una noche en la que él nunca se ha sentido tan potente y ella resulta insaciable.
Es en un hotel en la Colonia Roma donde Aquamarina se encuentra con su amante “Viernes”, el de los bigotes, según se lo relata a su nuevo amante Cronopio. Desde el departamento del segundo amante, se cuentan historias, se mira a los vecinos por las ventanas, se exhiben para ser vistos, se aman si acaso por un momento.
Hoteles, nombres falsos, nombres de batalla. Erotismo, personajes literarios, encuentros virtuales. Relaciones carnales entre adultos, fantasías entre hombres y niñas. Los textos de Eve no sólo están salpicados de indicios de la fantasía incestuosa (o del incesto en el pasado), sino también de la pederastia: trémula voz de niña violada, ligeros depósitos de grasa infantil, los recuerdos una hija, sueños en los que se besa la boca de esa hija, besar a la amante tratando de besar a la niña que fue, imaginar otra niña de ojos grandes y rosados pezones corriendo por allí, lamentar que nunca haya habido una tercera hija…
Las protagonistas de estos cuentos, estas hijas de Lot, son una exhibición de lo prohibido, de lo tabú. De lo que sucede y se barre por debajo de la alfombra. O de lo que se desea oscuramente, de lo que a veces ni siquiera uno mismo se atreve a mirar en sus propios abismos. Los textos de este libro manejan con maestría temas perturbadores, y están escritos en una prosa erótica, bien lograda, rica en sensaciones e imágenes. Los invito a todos a comprar y a disfrutar este libro. Gracias.
En el libro de Eve no hay palabras puestas por casualidad. Como le pasa a los buenos cuentistas, nada es prescindible o accesorio. Es por eso que debemos fijarnos bien en el título: Sueños de Lot. No podemos olvidar a este protagonista del libro del Génesis, ciudadano de las infames Sodoma y Gomorra, que tuvo relaciones sexuales con sus dos hijas, luego de que su mujer se convirtió en estatua de sal, sólo por mirar atrás. Independientemente de quién fue responsable de este famoso incesto (todo depende de la interpretación bíblica, después de todo), lo cierto es que el personaje de Lot representa este tabú. Sus sueños, por supuesto, serían sus fantasías y sus deseos. El libro de Eve, pues, reúne tres relatos que se bordan con el mismo hilo oscuro del incesto: “Vocación de Electra”, “Last tango reloaded”, y “Kundera dixit”.
Aquí, los amores incestuosos por motu propio, sean reales o fantásticos, suceden en los hoteles, mientras que las violaciones incestuosas se llevan a cabo en el hogar, dulce hogar. En los tres textos vemos a las paredes de los cuartos de hotel protegiendo un amor que no es lo suficientemente bueno como para que el mundo lo acepte. Los hoteles se convierten, pues, e un símbolo de aquello que es prohibido, tabú, pero a lo que uno va por su propio gusto o conveniencia.
Es en el viejo Hotel Niza, de pocas estrellas y toallas casi transparentes, a fuerza del uso, donde Ifigenia, “Jenny”, bulímica y envuelta en una toalla, espera como siempre a su amante-director-de-teatro-y-padre, mientras recuerda las violaciones que vivió junto a los amigos de su madre, mientras revive la forma en la que cobró venganza: una Electra-Lolita moderna, de pistola y resoluciones claras.
Es en un hotel de lujo, en plena Avenida Reforma, que vemos un extraño encuentro entre una joven, Gabriela, y un trabajador sexual retirado, parecido a Richard Geere, para tiene la encomienda de hacer el papel de su padre. En el juego de la seducción, ella recuerda a su padre y él piensa en su hija, y al final pasan una noche en la que él nunca se ha sentido tan potente y ella resulta insaciable.
Es en un hotel en la Colonia Roma donde Aquamarina se encuentra con su amante “Viernes”, el de los bigotes, según se lo relata a su nuevo amante Cronopio. Desde el departamento del segundo amante, se cuentan historias, se mira a los vecinos por las ventanas, se exhiben para ser vistos, se aman si acaso por un momento.
Hoteles, nombres falsos, nombres de batalla. Erotismo, personajes literarios, encuentros virtuales. Relaciones carnales entre adultos, fantasías entre hombres y niñas. Los textos de Eve no sólo están salpicados de indicios de la fantasía incestuosa (o del incesto en el pasado), sino también de la pederastia: trémula voz de niña violada, ligeros depósitos de grasa infantil, los recuerdos una hija, sueños en los que se besa la boca de esa hija, besar a la amante tratando de besar a la niña que fue, imaginar otra niña de ojos grandes y rosados pezones corriendo por allí, lamentar que nunca haya habido una tercera hija…
Las protagonistas de estos cuentos, estas hijas de Lot, son una exhibición de lo prohibido, de lo tabú. De lo que sucede y se barre por debajo de la alfombra. O de lo que se desea oscuramente, de lo que a veces ni siquiera uno mismo se atreve a mirar en sus propios abismos. Los textos de este libro manejan con maestría temas perturbadores, y están escritos en una prosa erótica, bien lograda, rica en sensaciones e imágenes. Los invito a todos a comprar y a disfrutar este libro. Gracias.