23 de mayo: el día que se nos cayó un pedazo de cielo

Por Mary Carmen García

Al despertar tenía las ideas confusas, un leve dolor en la cabeza me hizo tratar de recordar lo qué me había sucedido. De momento unas ligeras punzadas en mi mano izquierda acentuaron los malestares y la intención de los recuerdos. Traté de reconocer mi mano, mis dedos; los “parches” en el dedo índice y en el de enmedio, en la palma de la mano y el dorso me lo impedían; lo blanco de las gasas contrarrestaba con el color de mi piel, ¡además de morena, cómo me ha quemado el sol! –pensé. Para obligarme al movimiento me llevé esa mano a la cabeza y sentí una inflamación; el brazo también me dolía, ¿por qué?
Cerré los ojos, suspiré hondo y me propuse recapitular lo que pasó: La tarde de ayer transcurría amenamente, después de la comida satisfechas y alegres de que todo marchaba muy bien, nos dispusimos a continuar con nuestro encuentro, el sabor que la sesión de la mañana era tan grato, que esperábamos seguir saboreando y disfrutando de las letras.
Empezó a llover, no era extraño, ha estado lloviendo todas las tardes. Habían transcurridos algunos minutos cuando la lluvia arreció y empezó a granizar, una leve inquietud se empezó a manifestar, puede ser porque no se escucha bien –pensé-; el micrófono no era suficiente para acallar el ruido del agua cayendo sobre el domo amarillo que con la luz de la tarde había adquirido una tonalidad luminosa. A ratos parecía que el agua se calmaba para después volver con mas fuerza. El ruido constante me obligó a voltear hacia el domo, una ligera turbación se apoderó de mí al recordar los sucesos pasados en la Facultad de Filosofía, ahí se cayó una lona y ocasionó el accidente. Aquí era un domo, además las estructuras que lo sostenían eran de metal, aquí no podía pasar nada, -especulé.

El ruido de agua cayendo en el domo era cada vez más fuerte... Paty Galán y yo, para estar más cómodas, habíamos puesto nuestras carpetas, bolsos y libros en la silla de en medio; Martita Porras estaba a mi derecha, Tlaloc ha de ser machista y ya no quiere oírnos -le dije. También le advertí que una parte del domo tenía demasiada agua acumulada. ...... La lluvia se intensificaba más, no podíamos oír, ..... Solución: acercar más la mesa hacia el público. Yo estaba sentada en primera fila y al centro, la mesa me quedó casi como para comer. Pese a mi desasosiego, no quería perder detalle: el diablo se hizo presente tanto en la estupenda narración de Eve Gil como de los precisos y atrayentes comentarios que Victoria había empezado a hacer..... A pesar de la cercanía, el sonido se volvió a ahogar... inquieta nuevamente, volteé hacia el domo, el agua se acumuló más,.... regresé mi atención a la mesa, en ese momento se escuchó un crujir tan fuerte que no logré identificar de dónde venía, quise levantarme rápidamente y la mesa me lo impidió, casi al mismo tiempo escuché un gran estruendo acompañado de un raudal de agua y fragmentos de acrílico, cuando logré llegar a la esquina, donde ya estaban mis compañeras, no había donde resguardarse, me sentí vulnerable; supe, en cuestión de segundos, lo que podía pasarme..... al momento vi como venía hacia mí un trozo de ese acrílico que minutos antes había estado vigilando.... levanté el brazo izquierdo tratando de cubrirme y corrí al pasillo esperando que no me alcanzara otro proyectil. .... No sé si gritamos, no sé cómo corrimos, pero los pedazos de cielo seguían cayendo, los ruidos nos ensordecían. Por un leve dolor, me toqué la cabeza con la mano cortada y su propia sangre y el malestar me hizo pensar que esta lesionada.
¡Claro que también estaba asustada! Sin embargo y pese a ello, no dejé de pedir mis cosas que seguían placidamente instaladas en la silla... mi saco, mi carpeta y mi bolso parecían aguardar la continuación de nuestro encuentro, junto a ellas.... mi silla vacía. ...Me sentí mareada, ¿te sientes mal?, ¿Qué te pasó?, ¿te lastimaste? Fueron las voces que oí. Quise poner inmediatamente la mano bajo la lluvia para quitarme la sangre. Las imágenes de lo que pudo hacer sido un desastre me empezaron a abrumar; subí con Mary Carmen Jiménez para que me “curaran” la mano, me revisó la cabeza que seguía doliéndome. La mano había dejado de sangrar sumergida en un vaso con agua helada que también aminoró el dolor. Vicky atenta a mí y a mis cosas, desde ese momento no se apartó de mi lado. Dejé mi texto escrito para Rosa Nissan –que era el último que se leería esa tarde- y me fui con mi doctora. ..... Más dolor, inyecciones, abrir las heridas, cerrarlas, un reconocimiento minucioso ¡Nada grave! Pero las curaciones, por unos días, tendrán que seguir.

Poco a poco reconstruí los recuerdos como si cada pedazo de domo que cayó pudiera aunarse nuevamente y devolverle al conjunto de ese edificio su “antes”, porque quiero suponer que no volverán a colocar otro domo. Esas casas fueron hechas sin techos, con sus patios al aire libre para que corriera el agua, mojara sus lajas y humedeciera la tierra, pero necios les ponemos techos, cerramos sus ventanas, abrimos puertas, levantamos paredes y la naturaleza y el tiempo esperan para pasar la factura.... ¿cuánto más vamos a ver?



MORALEJA: Las situaciones de riesgo si pueden evitarse.