Para otra vez, hazle caso a...

Por: Maricarmen Jiménez y Romano
Foto de Rosa Nissán y la doctora Jiménez y Romano: Eve Gil

Esperaba el 23 de Mayo con verdadero gusto, el día del evento “Mujeres que escriben” por fin llegaba ese miércoles. Desde la mañana mi ánimo y mi energía eran muy buenos ya que era la culminación de semanas de trabajo por parte del equipo, estábamos felices de tener con nosotras a ese grupo de mujeres escritoras brillantes, amables y cariñosas que saben plasmar en sus textos las situaciones de la vida y las emociones humanas.
Comenzaron los trabajos de la mañana, Isabel González, Amelia Domínguez, Maribel Vázquez, Beatriz Meyer, nos comparten sus cuentos o capítulos de novela y a medida que lo hacen se va creando una atmósfera de alegría, de interés entre los asistentes por expresar sus dudas y comentarios. La mañana transcurre de forma ligera en un ambiente a la vez de formal, cálido y amistoso, por momentos me siento como en una fiesta familiar en donde lo único que veo son rostros sonrientes. Por primera vez una de mis hijas, Alejandra la segunda de tres, decide acompañarme a una de mis actividades profesionales, detalle que contribuye a mi alegría. Al terminar los trabajos de esta primera parte, nos dirigimos al Hotel Colonial para comer juntas con la expectativa de seguir intercambiando ideas, de conocernos un poco más y sobre todo de agradecer a nuestras invitadas su asistencia. El tiempo de la comida lo disfruté muchísimo ya que pudimos platicar y brindar por el encuentro, el pastel con las tres velitas que apagó Raquel como iniciadora del grupo, le dio un toque de festejo amistoso.
Al término de la comida regresamos a “la casa amarilla” de la universidad para iniciar los trabajos de la tarde. Comienza Judith Castañeda, excelente, su trabajo es comentado por Raquel, la siguiente participante es Eve Gil, sensacional en su historia, la comentarista es Victoria. Pocos minutos después empieza a llover como diría mi abuela “ a cántaros”, es un aguacero terrible que se acompaña a ratos de granizo, el ruido del techo acrílico nos impide escuchar y Eve y Vita hacen verdaderos esfuerzos por hacerse oir.
Empiezo a sentir un cambio fuerte dentro de mi, continuamente volteo hacia el techo y veo como una especie de globo de plástico que se va formando entre el acrílico y que amenaza con reventarse. Mi angustia aumenta, mi intuición me dice que algo va a pasar, decido salirme y voy a la oficina de la coordinación, me encuentro con Marina la secretaria y coincidimos en que es mejor cambiarnos a algún salón de arriba aunque no tenga cupo más que para 40 personas. Bajo y se lo comento a Raquel y a Vicky y las tres nos sabemos que hacer. Como si fuera una danza inútil, decido volver a subir y hablarlo nuevamente con Marina, bajo otra vez al evento y surge en mi el impulso de tomar el micrófono y decir algo como “por razones de seguridad nos vamos a cambiar de lugar..” mi ansiedad crece y me siento atrapada, me siento cobarde, con temor a interrumpir la secuencia, me da miedo el que puedan pensar que soy una histérica exagerada (al fin psicóloga), me callo y mantengo mi presentimiento a raya. Me siento junto a Vicky, le digo que ese techo se va a caer y ambas intercambiamos miradas en las que se podía leer el miedo. No se hace esperar el ruido y la lluvia de trozos de acrílico se deja venir encima de todos. Por momentos siento pánico y corro hacia las paredes que forman la biblioteca que son de cristal, le pido a Dios que no se rompan también y recuerdo hace 10 años cuando una ventana se rompió y me cortó la mano en forma grave, tengo miedo de otra vez vivir lo mismo. En seguida siento a Vicky cerca de mi y volteo la cara hacia el patio, me doy cuenta que Raquel ha salido de la esquina y se acerca, le grito y de un jalón la acerco más hacia nosotros. Veo a Bety Meyer abrazando y protegiendo a Rosa Nissan, me siento conmovida ante su actitud bajo una lluvia amenazante.
No todas las cosas tienen una explicación lógica, de lo que sí estoy segura es de la vivencia de una enorme solidaridad entre nosotras. Como pudimos caminamos hacia el pasillo techado que une a los dos patios, nuestra preocupación era el estado de salud de cada una, solo se escuchaban frases como “¿están bien? “dónde está x..? “¿cómo está… y?” me doy cuenta que Mary Carmen García tiene sangre en la mano, me acerco a ella, está muy nerviosa, la tomo del brazo y en medio de la lluvia subimos a ver a Marina para limpiarle las heridas, no es nada grave afortunadamente. Vicky le dice que ella la acompaña a ver a su médica y se van en un taxi.
La lluvia continúa y el evento también, ya somos menos, muchas de nosotras pálidas como cera pero con el ánimo de seguir pues falta que Vita termine sus comentarios sobre la obra de Eve Gil, en seguida presenta su trabajo Lina Zerón y nos hace reír con sus escritos bañados de ironía y doble sentido, nos hacía falta reír y respirar profundo. Momentos después una de las edecanes me llama y me pregunta sobre los libros, de pronto se escucha un estruendo terrible producto del desprendimiento del techo, regreso al salón y ante la mirada expectante de todos, les digo ¡”sí , creo que ya se cayó todo”, cierro la puerta y me siento a escuchar. Cierra la lista de participantes Rosa Nissan con dos cuentos excelentes que nos trasladan a dos etapas de la vida de las mujeres, las jóvenes y las abuelas. Me encantaron y además tuve la suerte de leer los comentarios de Mary Carmen, quien me pidió lo hiciera por ella.
Raquel me solicita que diga unas palabras a medida de clausura. Después de los agradecimientos a todos, no pude dejar de decir que también quería agradecer a un Ser Superior o a Dios, que no hubiera pasado algún hecho de consecuencias. La reacción ante ello fue unánime con un “¡ claro… por supuesto!” Gracias también a ustedes, mujeres valientes.

Desde que salimos de la universidad hasta este momento me ha acompañado un malestar que espero lo asimile con el tiempo. Qué enseñanza me queda: que para otra vez… no sea sorda a mi intuición cuando me está repitiendo que tengo que hacer algo efectivo no solo quedarme con el deseo, y también, la de aprender a dejar el ridículo personal a un lado, ya que puede ser un asunto de vida o muerte.