Mejor Gomorra que Dios
Por: Gabriel Trujillo Muñoz
Cuando Eve Gil escribe no deja nada en el tintero. Para decirlo en pocas palabras: Eve es una mujer de armas tomar. Norteña tenía que ser. Norteña y arrebatada por ese impulso de decir las cosas por su nombre, de exponer el placer con la franqueza de quien sabe que el deseo es un exhibicionismo sin cortapisas, que la vida es una apuesta donde todo se vale, una fruta que se corta del árbol del mundo y se come con deleite, sin arrepentimientos ni hipocresías. Como escritora cada vez más reconocida, Eve Gil es una de las voces más contundentes con que cuenta la literatura mexicana actual. Sus escritos pueden ser vistos como pertenecientes a distintos contextos interpretativos: la literatura del norte, la narrativa del desierto o la escritura de género. Pero la obra de Eve no admite semejantes restricciones. Su finalidad no es servir como ejemplo de una manera específica de concebir la literatura. Su trabajo escritural, sin duda, es un desafío a los límites que otros (la sociedad, la razón, el orden establecido) nos imponen. Literatura, la suya, de la percepción desatada y la inteligencia alerta, del placer que se manifiesta en un sorbo, una caricia, un quejido, y de la fuerza vital que encuentra su ruta hacia la dicha compartida.
Desde que la conozco, Eve responde a la realidad con sus propias realidades literarias, con su forma inimitable de salvar obstáculos y vencer barreras. Toda su vida ha batallado por ser ella misma y no lo que otros quieren que sea. Ha recibido golpes y los ha devuelto con la certeza de que su causa, la de la libertad literaria, la del oficio escritural con talento y disciplina, es justa y necesaria. Y vaya que ha tenido que luchar a brazo partido contra tantos soquetes, contra tantos molinos de viento: ser escritora y ser sonorense la han llevado a una larga travesía, en donde su tierra natal ha sido la plataforma primaria de despegue mas no su punto de llegada, pues ella misma ha tenido que ser la hija pródiga que ha buscado nuevos horizontes, espacios más idóneos para su labor como escritora atenida a sus propios recursos. Pero sus recursos son inagotables: periodista, cronista, ensayista, cuentista, novelista y dramaturga, más lo que se acumule esta semana. Y en cada género Eve ha ido más lejos, se ha tomado más riesgos que muchos de sus colegas. Y en todas sus aventuras creativas ha salido avante, dispuesta siempre, pésele a quien le pese, duélale a quien le duela, a seguir novelando el mundo, a continuar soñando la vida a su modo.
Inquieta como ella sola, Eve Gil es una soñadora pertinaz, una “ninfómana del lenguaje”, como ella misma se proclama, una escritora que ha pintado su raya frente a la estupidez, los prejuicios y la miopía de un medio literario e intelectual como el mexicano, que medra en el conservadurismo rapaz, en el boato cortesano. Ante ello, Eve Gil no se queda callada y expone, con su propia obra como escudo, que la república de las letras le falta abrirse a todas las corrientes y géneros de la literatura que entre todos hacemos. Antijerárquica, anticentralista, Eve Gil es la libertad misma abriéndose paso por las barricadas de una literatura nacional anquilosada, que vive de pasadas glorias, y nuestra autora nos libera con estilo desenfadado, con ideas vehementes, con personajes entrañables.
Con libros tan impactantes como El suplicio de Adán, Réquiem por una muñeca rota, Cenotafio de Beatriz y Sueños de Lot, esta escritora sonorense se nos presenta como una narradora en la plenitud de sus destrezas creativas, en posesión de un estilo pugnaz y de una mirada gozosa y divertida. En cierta forma, Eve apuesta, entre la salvación divina y la fidelidad a sus placeres, por mandar por un tubo los mandatos patriarcales y hacer de su literatura un júbilo, una fiesta a la vista de todos. Literatura jocosa e impertinente, veraz y llena de sorpresas. En estos relatos entrelazados por sus protagonistas desmadrosas y felices, podemos contemplar una utopía personal: la de una escritora que brinda placer y lo recibe con delirante franqueza. Narrativa que no ceja de decirnos: no es cierto que volteando a Gomorra me convierta en estatua de sal. Dios miente. El deseo es el único dios verdadero. La única verdad a la altura de la humanidad. Por eso la mujer de Lot lo supo mejor que nadie: la vida no es obedecer, es disfrutarnos unos a otros. Es ser aquí en el mundo. Y Eve Gil ha decidido enseñarnos, con su prosa electrizada y frenética, el camino de regreso a tales deseos, a semejantes milagros. Leer su ya extensa obra literaria es acceder a una lectura desafiante, intensa, como una montaña rusa que nos eleva y nos abisma con el propósito de hacernos sentir vivos sin remordimientos, que nos muestra simplemente humanos en una carrera contra el tiempo y el olvido. Por eso mismo, la narrativa de Eve Gil es una tolvanera que mueve todo de lugar, que no deja nada en paz. Lúcido viento bajo la luz de sal.
Por: Gabriel Trujillo Muñoz
Cuando Eve Gil escribe no deja nada en el tintero. Para decirlo en pocas palabras: Eve es una mujer de armas tomar. Norteña tenía que ser. Norteña y arrebatada por ese impulso de decir las cosas por su nombre, de exponer el placer con la franqueza de quien sabe que el deseo es un exhibicionismo sin cortapisas, que la vida es una apuesta donde todo se vale, una fruta que se corta del árbol del mundo y se come con deleite, sin arrepentimientos ni hipocresías. Como escritora cada vez más reconocida, Eve Gil es una de las voces más contundentes con que cuenta la literatura mexicana actual. Sus escritos pueden ser vistos como pertenecientes a distintos contextos interpretativos: la literatura del norte, la narrativa del desierto o la escritura de género. Pero la obra de Eve no admite semejantes restricciones. Su finalidad no es servir como ejemplo de una manera específica de concebir la literatura. Su trabajo escritural, sin duda, es un desafío a los límites que otros (la sociedad, la razón, el orden establecido) nos imponen. Literatura, la suya, de la percepción desatada y la inteligencia alerta, del placer que se manifiesta en un sorbo, una caricia, un quejido, y de la fuerza vital que encuentra su ruta hacia la dicha compartida.
Desde que la conozco, Eve responde a la realidad con sus propias realidades literarias, con su forma inimitable de salvar obstáculos y vencer barreras. Toda su vida ha batallado por ser ella misma y no lo que otros quieren que sea. Ha recibido golpes y los ha devuelto con la certeza de que su causa, la de la libertad literaria, la del oficio escritural con talento y disciplina, es justa y necesaria. Y vaya que ha tenido que luchar a brazo partido contra tantos soquetes, contra tantos molinos de viento: ser escritora y ser sonorense la han llevado a una larga travesía, en donde su tierra natal ha sido la plataforma primaria de despegue mas no su punto de llegada, pues ella misma ha tenido que ser la hija pródiga que ha buscado nuevos horizontes, espacios más idóneos para su labor como escritora atenida a sus propios recursos. Pero sus recursos son inagotables: periodista, cronista, ensayista, cuentista, novelista y dramaturga, más lo que se acumule esta semana. Y en cada género Eve ha ido más lejos, se ha tomado más riesgos que muchos de sus colegas. Y en todas sus aventuras creativas ha salido avante, dispuesta siempre, pésele a quien le pese, duélale a quien le duela, a seguir novelando el mundo, a continuar soñando la vida a su modo.
Inquieta como ella sola, Eve Gil es una soñadora pertinaz, una “ninfómana del lenguaje”, como ella misma se proclama, una escritora que ha pintado su raya frente a la estupidez, los prejuicios y la miopía de un medio literario e intelectual como el mexicano, que medra en el conservadurismo rapaz, en el boato cortesano. Ante ello, Eve Gil no se queda callada y expone, con su propia obra como escudo, que la república de las letras le falta abrirse a todas las corrientes y géneros de la literatura que entre todos hacemos. Antijerárquica, anticentralista, Eve Gil es la libertad misma abriéndose paso por las barricadas de una literatura nacional anquilosada, que vive de pasadas glorias, y nuestra autora nos libera con estilo desenfadado, con ideas vehementes, con personajes entrañables.
Con libros tan impactantes como El suplicio de Adán, Réquiem por una muñeca rota, Cenotafio de Beatriz y Sueños de Lot, esta escritora sonorense se nos presenta como una narradora en la plenitud de sus destrezas creativas, en posesión de un estilo pugnaz y de una mirada gozosa y divertida. En cierta forma, Eve apuesta, entre la salvación divina y la fidelidad a sus placeres, por mandar por un tubo los mandatos patriarcales y hacer de su literatura un júbilo, una fiesta a la vista de todos. Literatura jocosa e impertinente, veraz y llena de sorpresas. En estos relatos entrelazados por sus protagonistas desmadrosas y felices, podemos contemplar una utopía personal: la de una escritora que brinda placer y lo recibe con delirante franqueza. Narrativa que no ceja de decirnos: no es cierto que volteando a Gomorra me convierta en estatua de sal. Dios miente. El deseo es el único dios verdadero. La única verdad a la altura de la humanidad. Por eso la mujer de Lot lo supo mejor que nadie: la vida no es obedecer, es disfrutarnos unos a otros. Es ser aquí en el mundo. Y Eve Gil ha decidido enseñarnos, con su prosa electrizada y frenética, el camino de regreso a tales deseos, a semejantes milagros. Leer su ya extensa obra literaria es acceder a una lectura desafiante, intensa, como una montaña rusa que nos eleva y nos abisma con el propósito de hacernos sentir vivos sin remordimientos, que nos muestra simplemente humanos en una carrera contra el tiempo y el olvido. Por eso mismo, la narrativa de Eve Gil es una tolvanera que mueve todo de lugar, que no deja nada en paz. Lúcido viento bajo la luz de sal.