A propósito de "Sueños de Lot"

Por: Josué Barrera*
Ilustración "Las hijas de Lot", de Carlo Carra (1940)

Lot (escondido en hebreo) se va al monte a vivir con sus hijas porque tuvo miedo de vivir en Zoar y habitaron en una cueva. Entonces ocurre que sus hijas emborrachan a su padre preocupadas al no encontrar varones en la tierra que entraran en ellas conforme a la costumbre para conservar su descendencia. Ellas planean darle vino a su padre, y es durante la primera noche que la hija mayor se aprovecha del estado de embriaguez de su padre y fornica con él sin que éste se de cuenta. La segunda noche, vuelven a darle vino y es su hermana menor quien tiene el acto sexual con su padre. Las dos hijas concibieron de Lot, su padre.
Aclaro que no es necesario conocer esta historia para disfrutar el libro. Ahora bien, ¿qué esconden estos sueños de Lot?
En “Vocación de Electra”, está Jenny (o Ifigenia) esperando a su amante en el Motel Niza. Narrado en primera persona, la mujer nos cuenta, en vaivenes de tiempo, lo que hace, desde cómo conoció a su pareja hasta momentos de su niñez. Conocemos la historia de este personaje a través de desgarradoras anécdotas de maltrato infantil, las cuales concluyen en su afán de interpretar personajes clásicos de teatro como Electra o Juana de Arco.
3:50. Estoy acostada, contemplo mi imagen en el espejo del techo. Ofelia se ha arrancado la trenza y sólo hay una cabecita rapada sobre la almohada. Siempre que estás por llegar se abisma el vacío en mi estómago y me entran ganas de llorar. La posibilidad de que no vengas es grande. Cada vez más.
¿Por qué siente ganas de llorar?, ¿por qué tiene la seguridad de que él no llegará a la cita?
En el segundo cuento, “Last tango reloaded”, participan dos personajes: Osorno y Gabriela. Ella contrata a un hombre maduro (que ya se había retirado de las andanzas gigolescas) para pasar la noche con él. Da instrucciones de que le espere en un hotel bajo el nombre real del padre de ella. Al conocerse, entablan una relación íntima de preguntas personales y desfalcos físicos.
Le contó su historia. Sólo a ella. Los de la aseguradora no eran capaces de imaginar su turbio pasado. Tampoco los muchachos del café. Muchos menos su ex esposa. No porque Diana no tuviera imaginación sino porque él siempre demostró ser un perfecto caballero, incluso cuando ella confesó que ya no lo amaba y solicitó el divorcio.
“Kundera dixit”, el tercer y más largo cuento del libro, es una historia donde vuelven aparecer dos personajes: Cronopio y Aquamarina. Ambos sobrenombres de Internet. Al final confiesan los verdaderos: Guillermo y Teresa. Él la esperaba en casa de un amigo. Se habían conocido en un chat y habían coincidido en sus gustos literarios. Ese día se conocen en persona.
Igual que en el texto anterior, a través de una larga conversación ambos van entrando a la intimidad del otro. Van confesándose, abriéndose, contándose fantasías hasta llegar a la complicidad que permite pasar al territorio de las caricias y arrebatos y sueños nocturnos.
Se la topó por vez primera una mañana de hacía tres meses: Aqumarina. Cronopio. Nabokov y Cortázar se olfatearon por entre las cabezas huecas con apodos faltos de originalidad y decoro que atiborraban el cuarto intitulado “Secretaria ardiente busca jefe”.
–¿Te gusta Cortázar? –fue la pregunta con que ella lo acaparó en privado.
Cronopio, que esa mañana disfrutaba de un merecido holgazaneo frente al chat, respondió: ¿Y a ti Nabokov?”.
En estos tres cuentos resalta un rasgo común: la espera. La espera de algo indica una carencia. Se espera un amante, una muerte, una reacción, una aventura, una respuesta. Otro factor común es que todos en apariencia lo consiguen. Los personajes buscan la compañía de alguien, el amor de alguien, la comprensión de alguien. Deambulan solos con carencias emocionales tal como lo hicieran los grandes personajes de la literatura. Por ese motivo, dichas historias que se originan por chat, por celulares, que piensan en cirugías plásticas y suceden en moteles de paso, se relacionan con las historias mitológicas de Electras, Ofelias, Ifigenias, Juanas de Arco y con la historia de Lot (todos los personajes femeninos son menores que los masculinos).
Hay que recordar que uno de los principales retos de la literatura es contar o describir acciones comunes, humanas, que han existido desde el principio pero con un lenguaje actual, que señale el tiempo en el que se vive.
¿Qué está esperando Lot en este libro?, ¿soñar o convertir en realidad su sueño?, ¿todos los personajes masculinos de este libro son embriagados de distintas maneras para tener relaciones con mujeres menores que ellos?, ¿pero ellas son las que los seducen?, ¿de qué lado nace el deseo?
Un punto importante de Sueños de Lot, además de la manufactura de los textos, es la relevancia que lo envuelve: obtuvo uno de los premios más prestigiados en concursos nacionales de cuento: Efraín Huerta, 2006. Prestigio porque aparte de la gran remuneración económica que se recibe, la obra se publica en una de las editoriales más importantes del país: Porrúa.
Sueños de Lot aparece justo en el momento en que la narrativa creada en el estado de Sonora está tomando una fuerza que no tenía en las generaciones anteriores. La visión es otra. Los temas son más amplios. Lo que hace falta para que esta literatura se conozca fuera del estado es precisamente lo que logró este libro de cuentos: el reconocimiento nacional.
Este es el tercer libro que publica desde que cambió de residencia al D.F. (su libro Cenotafio de Beatriz, fue publicado en España). Menciono esto para indicar que la obra creativa y periodística de Eve Gil se está produciendo.
Eve es una incansable escritora. Basta leer su bitácora todos los días para dar con una información diferente cada veinticuatro horas. Un día publica un artículo sobre Sergio Valenzuela, y ese mismo día, en la noche, subo otro texto sobre Alberto Chimal. Lo mismo habla de los escritores de otras altitudes, como los de su estado.
Leer a Eve Gil es entrar a un territorio que crees conocer, pero conforme vas andando te das cuenta que no es así. Es como una selva muy particular habitada por criaturas femeninas. A través de sus decenas de artículos (que uno puede encontrar en Internet) puedes conocer la vida y obra de cada una de las habitantes. De esa manera contemplas desde Sor Juana hasta Bárbara Jacobs, desde Virginia Woolf hasta Elena Garro. Eve Gil siempre es la guía de la selva que describo.

Tomado de Babel en Prosa

*Narrador y editor sonorense