¿Quién dice que los contadores y empresarios son inmunes a las historias? (y el caso de "Electra masacrada")

Fotos cortesía: Evelyn Elizabeth
En semanas recientes, se me requirió en el Instituto Tecnológico de Cerro Azul (ITCA), pequeña y linda ciudad ubicada en la zona limítrofe entre Veracruz y Tamaulipas, para brindar una charla sobre los beneficios de la lectura entre estudiantes de Contabilidad y Administración, todo ello por iniciativa de la maestra Imelda Robles Solís, quien a su vez ha realizado una admirable labor para inculcar en estos futuros contadores y empresarios los beneficios de adquirir el hábito de leer.

Compartir mis experiencias como escritora, pero, sobre todo, como lectora con estos jóvenes cuyas edades oscilan entre los 20 y 25 años, resultó harto interesante y provechosa para mí (y, espero, también para ellos) pues siempre aprendo de quienes se me acercan con el interés de, a su vez, aprender algo de mí. He procurado siempre que sea algo recíproco, un aprendizaje mutuo y no limitarme a fungir como sabelotodo (porque, además, disto de serlo).


Pero lo más lindo, además mantener el interés de estos jóvenes fue descubrir que me tenían una sorpresa maravillosa: habían adaptado teatralmente los relatos incluidos en mi libro Sueños de Lot que son, en efecto, relatos muy teatrales, en especial "Vocación de Electra", en sus orígenes un monólogo teatral que escribí en Hermosillo, titulado Electra masacrada que terminé incinerando cuando, en 1995, años más, años menos, la vi literalmente masacrada por una directora terriblemente inexperta (y además soberbia) a quien Jorge Celaya, director original del montaje (y que lo había dirigido espléndidamente para el Festival Internacional del Monólogo) le "encargó" las riendas de la misma mientras cumplía unos compromisos en la ciudad de México. El saldo fue de una directora perdida en el olvido (nunca más volvió a dirigir una obra teatral, la muchachita soberbia), una dramaturga prematuramente jubilada (o sea, yo, que juré nunca más escribir una obra teatral) y una actriz consagrada, Marreyna Arias, la única que se salvó del naufragio.


(Este detalle lo desconocían los jóvenes... aunque sí les dije que no pensaba escribir teatro... no por el momento: quizá a ellos les debo que haya renacido en mí la inquietud de retomar la dramaturgia).



Así que me emocionó muchísimo presenciar la reposición de aquel monólogo, en una actuación tierna y conmovedora de una chica muy guapa y elocuente que jamás había pisado un escenario (aunque pareciera haber nacido sobre uno), así como los demás actores y actrices que dieron vida a los personajes de "Lasto tango reloaded" y "Kundera dixit" y que, no obstante ser primerizos en esto de la actuación, hicieron un trabajo muy lindo, muy digno, que me arrancó un par de lagrimitas de emoción y me hizo ver que esto era lo que siempre había querido al escribir: reclutar lectores. Especialmente quisiera reconocer al joven que se prestó a interpretar a los dos sexosos personajes masculinos de uno y otro cuento (Pascal y Cronopio), no obstante ser ¡sumamente tímido!; a la sonriente y pícara jovencita que dio vida a la asimismo pícara "Gabie", de "Last tango..." y sobre todo a la chica que encarnó maravillosamente a Aquamarina, la heroína de "Kundera dixit", y la que, para mi absoluta sorpresa y embeleso, derramó auténticas lágrimas en escena.


Aquí los dejo con el testimonio gráfico de uno de los mejores instantes más conmovedores de mi trayectoria profesional, en dirección de las manecillas del reloj: 1) "Vocación de Electra", 2) "Last tango reloaded" y 3) "Kundera dixit"






En la siguiente foto, tomadas in-fraganti, aparecemos la maestra Imelda y yo, disfrutando de las obras como un par de niñas felices.