Un lector español encuentra "Cenotafio de Beatriz" por casualidad...

La columna de Miguel Ángel Vázquez
LA REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE MIS EMOCIONES
Hay libros que caen en tus manos por casualidad, que de no por ser una circunstancia azarosa no entraría en el horizonte de lectura y se quedaría abandonado en los anaqueles de librerías, amontonado en los depósitos de las distribuidoras o en la almoneda de las obras de ocasión. Cenotafio de Beatriz (RD Editores, 2005) fue un regalo por la compra de otro título en la Feria del Libro de Sevilla. Quien iba a imaginar que la obra de la mexicana Eve Gil encerraba una historia tan impactante y una prosa tan cuidada. A priori parecía condenada a almacenar polvo en mi biblioteca particular. Un impulso casual me llevó a devorar en poco más de tres sentadas esta obra inspirada en La Divina Comedia. Es curioso comprobar cuánto autor/a de interés apenas consigue superar la barrera del anonimato. Como en el poema teológico de Dante Alighieri, los protagonistas de Cenotafio, Dante y Beatriz, se sumergen en una espiral irracional de amor y sexo, de pasión y celos, de necesidad y de desgarro en un ambiente sórdido, en una atmósfera asfixiante de los bajos fondos de México D. F. La trama discurre por un carrusel de hoteles y pensiones de mala muerte donde los amantes se entregan a sentimientos profundos e irrefrenables, se solazan en el placer carnal y se intercambian confidencias íntimas de unos años de separación. Es una relación compleja y corrosiva que cabalga entre infiernos y paraísos particulares cuya llama prende por el amor infinito que se profesa la pareja. Beatriz es un personaje que se desarrolla entre la ficción y la realidad, con un pasado oscuro, enigmático y samaritano que se desmadeja en el transcurso de las 229 páginas. Eve Gil (Sonora, México, 1968), prácticamente desconocida en el universo de las letras hispanas, pertenece a la nueva narrativa mexicana, cuenta con el aval del público y de la crítica de su país y atesora varios premio literarios y periodísticos. A ese público me sumo yo después de saborear este libro.

Tomado de La columna de Miguel Ángel Vázquez