Eve Liu en Álamos

Me encuentro en Álamos, Sonora, tierra de María Félix- yo la llamo "la Zacatecas de la Frontera Norte"-, diminuta ciudad que parece arrancada de un libro de pinturas del siglo XVIII y donde actualmente se lleva a cabo el ya tradicional Festival Internacional Alfonso Ortiz Tirado donde, si bien son las artes escénicas -canto, danza, teatro- las que se roban el aplauso y la atención, nunca faltamos algunos escritores invitados a presentar libros o a impartir cursos. Tengo el privilegio de ser invitada para tres asuntos: presentar el nuevo libro del escritor sinaloense Leónidas Alfaro titulado La agonía del caimán; a presentar La reina baila hasta morir en compañía de mi amadísima paisana María Antonieta Mendívil y a impartir un curso taller entre alumnos de preparatoria sobre apreciación literaria.
Más adelante escribiré sobre algunas impresiones del Festival y, sobre todo, de esta hermosa ciudad de mis sueños, por el momento comparto con ustedes mi aventura de esta noche. Resulta que al regresar a mi posada -no estoy hospedada en un hotel sino en un caserón precioso, propiedad de una familia estadounidense y decorada en un estilo mexicano estilizado- la persona encargada olvidó que había un huésped nuevo y dejó cerrada la puerta del salón por donde tengo que pasar para llegar hasta a mi habitación. Eleanore, una señora también americana que vive en la planta alta y habla muy poco español -casi tan escaso como mi propio inglés- bajó a ayudarme, envuelta en camisón; llamó, la pobre, a mil gentes para que vinieran a abrirme la dichosa puerta y yo a mi vez les marqué a tres amigos para ver donde podía quedarme esta noche... y nada, todos estaban en la callejoneada. Justo al borde de la desesperación, se me ocurrió preguntarle a Eleanore si existía alguna ventana por donde pudiera pasarme del otro lado. La pobre señora casi se infarta cuando entendió cual era mi propósito, pero terminó abriendo la puerta cuya ventana daba acceso a una cocina por donde podía acceder al dichoso salón... al momento de escribir estas líneas me siento un poco extraña porque he descubierto una cualidad desconocida en mí: la tremenda eslasticidad (quién sabe si mañana pueda continuar ufanándome de lo mismo) y una habilidad para invadir terrenos ajenos que me hace sospechar que en mi otra vida me dediqué a actividades delictivas... o que soy la verdadera Gatúbela... ¡pues aquí estoy, sana y salva, en una habitación repleta de libros y dos lámparas Tiffany!
Por cierto, tengo una compañera de habitación: una gatita a la que nombré Ginny (en honor a Virginia Woolf, cuyo cunpleaños se celebra hoy, 25 de enero), aunque seguramente tendrá su nombre. Aquí se las presento...