¿RACISMO, XENOFOBIA, "NO NOS QUIEREN" O PRECAUCIÓN?
Mayo 2, 2009
La noticia del día: los mexicanos están padeciendo discriminación en el extranjero.
Se enarbola el término “discriminación”, pero también “xenofobia” y “racismo”
Y si bien estos se han reciclado hasta el hastío en cada nueva versión, tuve oportunidad de escuchar en vivo las declaraciones que al respecto hizo la Secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, que me parecieron mesuradas, sensatas e inteligentes, aunque los reporteros insistieron en poner en su boca estas palabras. Sugería a los mexicanos no viajar a China para evitarse el mal trago de ser sometidos a observación médica apenas llegar. En ningún momento empleó la palabra “discriminación”, mucho menos las otras dos. El hecho es que cinco ciudadanos mexicanos de paso por China fueron puestos en cuarentena junto con todas las personas que entraron en contacto con ellos. En Shanghai, un hotel entero fue prácticamente sitiado y sus empleados y huéspedes retirados al campo. Uno de estos turistas mexicanos se había hospedado allí mismo y, al parecer –nadie se ha sabido explicar-portaba el virus.
Esto que tan ofensivo ha resultado a algunos mexicanos, tiene una justificación que nadie en los medios ha sacado a relucir, seguro por ignorancia: los chinos acaban de pasar por la pesadilla de la gripe aviar que arrojó un saldo de cientos de muertos. La experiencia por la que pasamos actualmente los mexicanos no solo no es nueva para ellos sino demasiado reciente… tanto como para continuar albergando terrores al respecto. Tanto como para ser el primer país que hizo llegar ayuda material a nuestro país, detalle que ha palidecido ante lo que, se insiste, es un insulto contra los mexicanos.
Esta situación me ha llevado a reflexionar sobre un asunto que viene preocupándome desde hace mucho tiempo: el complejo de inferioridad y la insistente victimización de los mexicanos. Cómo me gustaría que con la misma energía con que manifiestan no su enojo sino su “sentimiento” contra los chinos – con quienes, por cierto, no hemos sido muy amables: recuérdese el caso Chen Li Ye Gon y los comentarios anti-chino, estos sí xenofóbicos, que desató -se pronunciaran contra los tratos indignos que sufren los mexicanos en los hospitales del sector salud a manos de médicos y enfermeras tan mexicanos como ellos mismos. Yo, al menos, temo mucho menos a la enfermedad que a los carniceros de bata blanca que pululan en el sector salud.
Invito a los mexicanos ofendidos a realizar un pequeño ejercicio con su imaginación… que el asunto fuera a la inversa, que nos llegaran noticias de que en China la gente se está muriendo a consecuencia de un virus altamente contagioso. ¿Qué haríamos en tal caso? ¿Correríamos a besar a los chinos recién llegados?
Por supuesto, las autoridades mexicanas nunca serían tan expeditas ni diligentes para actuar en un caso como este, pero ese es otro asunto.
Lo anterior, por supuesto, no significa que esta circunstancia no sea aprovechada por algunos para manifestar sentimientos de xenofobia y racismo. Se reportaron casos de mexicanos, residentes en Argentina, que no se habían movido de ahí por varios años, que de pronto fueron objeto de actos discriminatorios, apenas ser reconocidos por el acento. Para quienes no conozcan a este ciudadano mexicano y lo crean recién llegado, con el auge de las noticias tremendistas, por desgracia las más taquilleras, la reacción de rechazo no debería sorprendernos… y mucho menos ofendernos. No niego que una situación así debe ser espantosa para quien la viva, pero el horror ante la posibilidad del contagio de una enfermedad, digamos, “misteriosa” –porque la demasiada información termina por no informar nada, y las versiones que han corrido respecto a esta “peste” han ido desde lo apocalíptico hasta lo ramplón -activa el instinto de sobrevivencia y con él, la imperiosa necesidad de salir huyendo del peligro. Pero los mexicanos hemos asimilado todo esto como un rechazo no a la enfermedad, sino a nosotros como mexicanos. Porque los mexicanos somos feos, chaparros, pobres, etc, etc.
La respuesta ha sido la xenofobia. Los comentarios en este tenor son disparados a diestra a siniestra por comunicadores y ciudadanos comunes, no solo contra chinos y argentinos, sino contra otros mexicanos.
El día de ayer se divulgó la noticia de que los habitantes de Acapulco recibían a pedradas autobuses y coches que portaran placas del Distrito Federal. Estaremos de acuerdo en que esta actitud en los acapulqueños se sale de lo común, que en circunstancias normales no reaccionarían en forma tan radical. La razón: no es a los defeños a quienes apedrean, por ser defeños, sino por el peligro que de momento representan… y sí, creo que también por su ausencia de consideración.
En los medios ha llegado a decirse que cada uno de los habitantes de esta ciudad, por el simple hecho de vivir al alcance del virus –no importa seamos originarios de la ciudad o hijo de chino o de alemán-, representamos un potencial foco de infección. Razón por la cual se suspendieron las clases y se cerraron negocios, restaurantes y centros de recreo (cines, teatros, auditorios, parques), para evitar la propagación el virus que, se sabe ya, se transmite de un humano a otro. ¿Y qué hacen estos ciudadanos que, se supone, deberían permanecer en su casa? (puntos suspensivos)
El enojo de los defeños debiera dirigirse contra quienes no acatan las reglas de elemental urbanidad y que, por alguna extraña razón, creen que se les han regalado unas vacaciones cuando la realidad es muy otra. No podemos ir por ahí jugando con las vidas ajenas y, por supuesto, tampoco con la propia.
Alguien clamó porque no se les brindaran servicios médicos a quienes no fueran originarios de la Ciudad de los Palacios. Ergo: que se les deje morir. ¡Que paguen la lluvia de piedras de los acapulqueños y los espeluznos de los jaliscienses!
Otro propuso que se echara del país a todos los argentinos. Otro más consideró que el deber del gobierno de México, era “castigar” de algún modo todas esas naciones que optaron por cancelar los vuelos a México. ¿Declarar la guerra, por ejemplo?
Me pregunto: ¿no debiera indignar mucho más las matanzas de Aguas Blancas y de San Salvador Atenco? ¿Lo ocurrido en Zongolica y los feminicidios de Ciudad Juárez que, por cierto, han ocupado mucho más a los extranjeros?, esto por solo mencionar dos de los más recientes insultos a la nación mexicana.
Personalmente, considero más xenofóbica y, sobre todo, irracional la actitud de los chilangos –hasta ahora los únicos que se han dado por ofendidos- que la de los gobiernos extranjeros que ejercen su legítimo derecho de proteger a sus ciudadanos.
Quizá hasta debieran exigir al gobierno de México que aprenda un poquito de ellos.
Mayo 2, 2009
La noticia del día: los mexicanos están padeciendo discriminación en el extranjero.
Se enarbola el término “discriminación”, pero también “xenofobia” y “racismo”
Y si bien estos se han reciclado hasta el hastío en cada nueva versión, tuve oportunidad de escuchar en vivo las declaraciones que al respecto hizo la Secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, que me parecieron mesuradas, sensatas e inteligentes, aunque los reporteros insistieron en poner en su boca estas palabras. Sugería a los mexicanos no viajar a China para evitarse el mal trago de ser sometidos a observación médica apenas llegar. En ningún momento empleó la palabra “discriminación”, mucho menos las otras dos. El hecho es que cinco ciudadanos mexicanos de paso por China fueron puestos en cuarentena junto con todas las personas que entraron en contacto con ellos. En Shanghai, un hotel entero fue prácticamente sitiado y sus empleados y huéspedes retirados al campo. Uno de estos turistas mexicanos se había hospedado allí mismo y, al parecer –nadie se ha sabido explicar-portaba el virus.
Esto que tan ofensivo ha resultado a algunos mexicanos, tiene una justificación que nadie en los medios ha sacado a relucir, seguro por ignorancia: los chinos acaban de pasar por la pesadilla de la gripe aviar que arrojó un saldo de cientos de muertos. La experiencia por la que pasamos actualmente los mexicanos no solo no es nueva para ellos sino demasiado reciente… tanto como para continuar albergando terrores al respecto. Tanto como para ser el primer país que hizo llegar ayuda material a nuestro país, detalle que ha palidecido ante lo que, se insiste, es un insulto contra los mexicanos.
Esta situación me ha llevado a reflexionar sobre un asunto que viene preocupándome desde hace mucho tiempo: el complejo de inferioridad y la insistente victimización de los mexicanos. Cómo me gustaría que con la misma energía con que manifiestan no su enojo sino su “sentimiento” contra los chinos – con quienes, por cierto, no hemos sido muy amables: recuérdese el caso Chen Li Ye Gon y los comentarios anti-chino, estos sí xenofóbicos, que desató -se pronunciaran contra los tratos indignos que sufren los mexicanos en los hospitales del sector salud a manos de médicos y enfermeras tan mexicanos como ellos mismos. Yo, al menos, temo mucho menos a la enfermedad que a los carniceros de bata blanca que pululan en el sector salud.
Invito a los mexicanos ofendidos a realizar un pequeño ejercicio con su imaginación… que el asunto fuera a la inversa, que nos llegaran noticias de que en China la gente se está muriendo a consecuencia de un virus altamente contagioso. ¿Qué haríamos en tal caso? ¿Correríamos a besar a los chinos recién llegados?
Por supuesto, las autoridades mexicanas nunca serían tan expeditas ni diligentes para actuar en un caso como este, pero ese es otro asunto.
Lo anterior, por supuesto, no significa que esta circunstancia no sea aprovechada por algunos para manifestar sentimientos de xenofobia y racismo. Se reportaron casos de mexicanos, residentes en Argentina, que no se habían movido de ahí por varios años, que de pronto fueron objeto de actos discriminatorios, apenas ser reconocidos por el acento. Para quienes no conozcan a este ciudadano mexicano y lo crean recién llegado, con el auge de las noticias tremendistas, por desgracia las más taquilleras, la reacción de rechazo no debería sorprendernos… y mucho menos ofendernos. No niego que una situación así debe ser espantosa para quien la viva, pero el horror ante la posibilidad del contagio de una enfermedad, digamos, “misteriosa” –porque la demasiada información termina por no informar nada, y las versiones que han corrido respecto a esta “peste” han ido desde lo apocalíptico hasta lo ramplón -activa el instinto de sobrevivencia y con él, la imperiosa necesidad de salir huyendo del peligro. Pero los mexicanos hemos asimilado todo esto como un rechazo no a la enfermedad, sino a nosotros como mexicanos. Porque los mexicanos somos feos, chaparros, pobres, etc, etc.
La respuesta ha sido la xenofobia. Los comentarios en este tenor son disparados a diestra a siniestra por comunicadores y ciudadanos comunes, no solo contra chinos y argentinos, sino contra otros mexicanos.
El día de ayer se divulgó la noticia de que los habitantes de Acapulco recibían a pedradas autobuses y coches que portaran placas del Distrito Federal. Estaremos de acuerdo en que esta actitud en los acapulqueños se sale de lo común, que en circunstancias normales no reaccionarían en forma tan radical. La razón: no es a los defeños a quienes apedrean, por ser defeños, sino por el peligro que de momento representan… y sí, creo que también por su ausencia de consideración.
En los medios ha llegado a decirse que cada uno de los habitantes de esta ciudad, por el simple hecho de vivir al alcance del virus –no importa seamos originarios de la ciudad o hijo de chino o de alemán-, representamos un potencial foco de infección. Razón por la cual se suspendieron las clases y se cerraron negocios, restaurantes y centros de recreo (cines, teatros, auditorios, parques), para evitar la propagación el virus que, se sabe ya, se transmite de un humano a otro. ¿Y qué hacen estos ciudadanos que, se supone, deberían permanecer en su casa? (puntos suspensivos)
El enojo de los defeños debiera dirigirse contra quienes no acatan las reglas de elemental urbanidad y que, por alguna extraña razón, creen que se les han regalado unas vacaciones cuando la realidad es muy otra. No podemos ir por ahí jugando con las vidas ajenas y, por supuesto, tampoco con la propia.
Alguien clamó porque no se les brindaran servicios médicos a quienes no fueran originarios de la Ciudad de los Palacios. Ergo: que se les deje morir. ¡Que paguen la lluvia de piedras de los acapulqueños y los espeluznos de los jaliscienses!
Otro propuso que se echara del país a todos los argentinos. Otro más consideró que el deber del gobierno de México, era “castigar” de algún modo todas esas naciones que optaron por cancelar los vuelos a México. ¿Declarar la guerra, por ejemplo?
Me pregunto: ¿no debiera indignar mucho más las matanzas de Aguas Blancas y de San Salvador Atenco? ¿Lo ocurrido en Zongolica y los feminicidios de Ciudad Juárez que, por cierto, han ocupado mucho más a los extranjeros?, esto por solo mencionar dos de los más recientes insultos a la nación mexicana.
Personalmente, considero más xenofóbica y, sobre todo, irracional la actitud de los chilangos –hasta ahora los únicos que se han dado por ofendidos- que la de los gobiernos extranjeros que ejercen su legítimo derecho de proteger a sus ciudadanos.
Quizá hasta debieran exigir al gobierno de México que aprenda un poquito de ellos.