Mexicanos Vs. mexicanos
Mayo 7, 2009
Una querida amiga hace circular en facebook una carta que invita a firmar, donde no solo se denuncian los “actos discriminatorios” de los que fueron objeto los mexicanos en China, sino además hace un cuidadoso recuento de todas las tropelías del gobierno chino contra Tíbet, La India y Suecia. Pide además reenviarla a nuestros amigos y hacerle llegar las firmas el embajador de China en México.
No solo no firmo, sino que expongo mis razones para no hacerlo, en primer lugar que, insisto, no veo la discriminación por ninguna parte. Cierto, debe ser espantoso que tus vacaciones se vean interrumpidas abruptamente por una circunstancia tan molesta, pero fuera de exigir una retribución económica para los afectados, no considero que el que una nación se proteja contra un potencial peligro que, dada la densidad de su población, podría adquirir proporciones dantescas, sea un abuso y mucho menos un acto de discriminación.
Pero eso no es lo peor: quienes insisten en denunciar a los chinos –o a los de cualquier otra nacionalidad- están dejando pasar un detalle importantísimo: los mexicanos que descienden de chinos, que son muchos, particularmente en el norte de la república y quienes serán objeto de la irracional ira de quienes no pueden ir a reclamarles a los chinos sus groserías. En la radio, uno de esos irresponsables que todavía no entienden que un micrófono puede ser una bomba de tiempo, claman por que se expulse a los chinos de México y se cierren los famosos cafés. En casa tengo un caso: mi hija mayor está preocupada por cómo la van a recibir sus compañeros cuando regrese a clases el lunes 11 de mayo. Como en esta familia no existen secretos un murmuraciones, y por consiguiente nada tenemos que ocultar hacia el exterior, la niña ha platicado de sus antecedentes chinos con sus amigos y para cualquier fisonomista más o menos atento, eso salta a la vista, con todo y los ojos grandes (pero muy rasgados). Así se lo hice saber a mi amiga. ¿Saben que respondieron el resto de los etiquetados en la misma nota? “¡Eso, eso, dale a los discriminadores, dales más fuerte!
¿Por qué esa condenada insistencia en mirar la paja en el ojo ajeno? Nos preocupa la discriminación que sufren los turistas ricos en China y se nos escapan las que sufren los mexicanos a manos de otros mexicanos: los indígenas, los pobres, las mujeres de la maquila, los ancianos… y ahora (¡lo que nos faltaba!): los mestizos. Nos distraen de lo esencial, de lo que tenemos ante nuestros propios ojos, neceando sobre un asunto que pierde fuerza toda vez que entendemos de una maldita vez por todas que los chinos, habituados a cortar de raíz, aplicaron una medida sanitaria tan rápido como lo exigía la latencia de la amenaza. Los mexicanos, como cualquier ser humano, de cualquier nacionalidad o color, estamos expuestos a los virus y somos transmisores de los mismos, ¿o es que acaso entre nosotros no estamos evitando todo roce? ¿Por qué nos ofende tanto que otros tomen esas mismas precauciones?
Si eso no es insensibilidad, no sé cómo denominarlo… acaso una palabra altisonante sería más ad hoc. Les preocupa la discriminación de los turistas mexicanos en el extranjero –quienes, por cierto, pertenecen a la clase alta… ¡pequeño detalle! – y se acorazan ante los sufrimientos de una niña mexicana que, como la mayoría de los mexicanos, es un cóctel de genes, muy marcadamente, genes chinos.
¿Quiénes son los verdaderos discriminadores? ¿Los auténticos xenófobos que se tapan los oídos ante cualquier razón que desvíe sus débiles razonamientos?
Mayo 7, 2009
Una querida amiga hace circular en facebook una carta que invita a firmar, donde no solo se denuncian los “actos discriminatorios” de los que fueron objeto los mexicanos en China, sino además hace un cuidadoso recuento de todas las tropelías del gobierno chino contra Tíbet, La India y Suecia. Pide además reenviarla a nuestros amigos y hacerle llegar las firmas el embajador de China en México.
No solo no firmo, sino que expongo mis razones para no hacerlo, en primer lugar que, insisto, no veo la discriminación por ninguna parte. Cierto, debe ser espantoso que tus vacaciones se vean interrumpidas abruptamente por una circunstancia tan molesta, pero fuera de exigir una retribución económica para los afectados, no considero que el que una nación se proteja contra un potencial peligro que, dada la densidad de su población, podría adquirir proporciones dantescas, sea un abuso y mucho menos un acto de discriminación.
Pero eso no es lo peor: quienes insisten en denunciar a los chinos –o a los de cualquier otra nacionalidad- están dejando pasar un detalle importantísimo: los mexicanos que descienden de chinos, que son muchos, particularmente en el norte de la república y quienes serán objeto de la irracional ira de quienes no pueden ir a reclamarles a los chinos sus groserías. En la radio, uno de esos irresponsables que todavía no entienden que un micrófono puede ser una bomba de tiempo, claman por que se expulse a los chinos de México y se cierren los famosos cafés. En casa tengo un caso: mi hija mayor está preocupada por cómo la van a recibir sus compañeros cuando regrese a clases el lunes 11 de mayo. Como en esta familia no existen secretos un murmuraciones, y por consiguiente nada tenemos que ocultar hacia el exterior, la niña ha platicado de sus antecedentes chinos con sus amigos y para cualquier fisonomista más o menos atento, eso salta a la vista, con todo y los ojos grandes (pero muy rasgados). Así se lo hice saber a mi amiga. ¿Saben que respondieron el resto de los etiquetados en la misma nota? “¡Eso, eso, dale a los discriminadores, dales más fuerte!
¿Por qué esa condenada insistencia en mirar la paja en el ojo ajeno? Nos preocupa la discriminación que sufren los turistas ricos en China y se nos escapan las que sufren los mexicanos a manos de otros mexicanos: los indígenas, los pobres, las mujeres de la maquila, los ancianos… y ahora (¡lo que nos faltaba!): los mestizos. Nos distraen de lo esencial, de lo que tenemos ante nuestros propios ojos, neceando sobre un asunto que pierde fuerza toda vez que entendemos de una maldita vez por todas que los chinos, habituados a cortar de raíz, aplicaron una medida sanitaria tan rápido como lo exigía la latencia de la amenaza. Los mexicanos, como cualquier ser humano, de cualquier nacionalidad o color, estamos expuestos a los virus y somos transmisores de los mismos, ¿o es que acaso entre nosotros no estamos evitando todo roce? ¿Por qué nos ofende tanto que otros tomen esas mismas precauciones?
Si eso no es insensibilidad, no sé cómo denominarlo… acaso una palabra altisonante sería más ad hoc. Les preocupa la discriminación de los turistas mexicanos en el extranjero –quienes, por cierto, pertenecen a la clase alta… ¡pequeño detalle! – y se acorazan ante los sufrimientos de una niña mexicana que, como la mayoría de los mexicanos, es un cóctel de genes, muy marcadamente, genes chinos.
¿Quiénes son los verdaderos discriminadores? ¿Los auténticos xenófobos que se tapan los oídos ante cualquier razón que desvíe sus débiles razonamientos?
¿Les parece argumento lo suficientemente válido para repetir una de los más vergonzantes episodios de la historia de México que fue la persecución de los chinos en las décadas de los 30 y 40? (¡A que ya se les había olvidado ese pequeñito detalle!)
¿Sabían que la primera dama y los reporteros que aguardaban por los “ofendidos” los cuasi héroes en el aeropuerto, llevaban todos cubrebocas -¡asombrosa disciplina, eh!- y no quisieron acercárseles ni un milímetro?
¿Alguien se acuerda de cómo empezó el nazismo?, no soy yo quién para recordárselos: averigüenlo.
La gente que se ufana de no haber caído en “la trampa” de un virus que creen inexistente –o al que ellos se creen misteriosamente inmunes- cayeron redondos en el chisme de la discriminación de mexicanos en el extranjero… y mientras golpean a diestra y siniestra a los que consideran “sus discriminadores” y alientan el odio contra los mexicanos descendientes de estos, nuestro heroico presidente procede según la teoría del shock: después de este, aplicar todas las medidas dolorosas. Al momento de yo escribir esto, es probable que nuestros inocentes telefonemas y correos electrónicos estén siendo interceptados por la policía, en el más puro estilo McCarthyano, y que por decir cosas como las que estoy escribiendo en este momento, no solo yo sino otros tantos que miramos más allá de nuestras narices, estén en riesgo de ser acusados...¿de narcotraficantes? (los comunistas ya pasaron de moda)
Ya se habla también de aumentar impuestos, justo ahora que la gente se tambalea en un pie por la merma para su economía que representó la contingencia… todo esto mientras una niña de rasgos orientales teme la recepción que le espera en su escuela el próximo lunes (y como podrán imaginarse, su servidora no está dispuesta a permitir que nada malo le ocurra a su cría, con lo cual se va alimentando la cadena de rencores).
“La información es la resistencia al shock”
“Asumimos seguir a los líderes que prometen protegernos (o defendernos)”
“Imponer todas las políticas dolorosas a la vez antes de dar a la gente oportunidad de levantarse”
La gente que se ufana de no haber caído en “la trampa” de un virus que creen inexistente –o al que ellos se creen misteriosamente inmunes- cayeron redondos en el chisme de la discriminación de mexicanos en el extranjero… y mientras golpean a diestra y siniestra a los que consideran “sus discriminadores” y alientan el odio contra los mexicanos descendientes de estos, nuestro heroico presidente procede según la teoría del shock: después de este, aplicar todas las medidas dolorosas. Al momento de yo escribir esto, es probable que nuestros inocentes telefonemas y correos electrónicos estén siendo interceptados por la policía, en el más puro estilo McCarthyano, y que por decir cosas como las que estoy escribiendo en este momento, no solo yo sino otros tantos que miramos más allá de nuestras narices, estén en riesgo de ser acusados...¿de narcotraficantes? (los comunistas ya pasaron de moda)
Ya se habla también de aumentar impuestos, justo ahora que la gente se tambalea en un pie por la merma para su economía que representó la contingencia… todo esto mientras una niña de rasgos orientales teme la recepción que le espera en su escuela el próximo lunes (y como podrán imaginarse, su servidora no está dispuesta a permitir que nada malo le ocurra a su cría, con lo cual se va alimentando la cadena de rencores).
“La información es la resistencia al shock”
“Asumimos seguir a los líderes que prometen protegernos (o defendernos)”
“Imponer todas las políticas dolorosas a la vez antes de dar a la gente oportunidad de levantarse”