La llaman "servil"...y no se muerden la lengua


Por pura salud mental me juré no leer, vamos, ni hojear siquiera, cualquier publicación que evidenciara con exceso de descaro una filiación de ultra derecha. Traducción: ninguna revista ni diario que cubriera de insultos a López Obrador....ah, porque dichas publicaciones muy astutamente le sacan la vuelta a las alabanzas hacia el señor que hace cosplay de Presidente de México (lo de "espurio" ya está muy sobado, permítaseme ser original), su estrategia consiste en pisotear la imagen de AMLO, presidente legítimo para quienes sabemos contar 2 + 2 y seguimos el desarrollo de las elecciones del 2006 con lupa.
Pero toda la sanidad mental no es posible mientras interactúes en facebook y te topes, apenas abrir la página, con una nota publicada en una de las revistas más serviles al poder -en minúsculas-, que, pongo la mano sobre la Biblia, sería ultra defensora de AMLO de haber llegado este a la silla correspondiente. Dicha revista, que ostenta el irónico nombre de LETRAS LIBRES afirma no obedecer a ideología ni partido alguno y, por supuesto, dicen toda la verdad: son lo bastante flexibles para ser de derecha o de izquierda o de centro o de lo que sea, según convenga a sus intereses. Es cierto, por tanto, que LETRAS LIBRES no tiene partido ni ideología (ni tampoco otras cosas que prefiero omitir)
Pues bien, me topo en facebook con la reproducción de una reseña del más reciente libro de Carmen Aristegui, escrito en co-autoría con Ricardo Trabulsi, titulado "Transición", que reúne 26 entrevistas realizadas por la periodista mexicana con diversos políticos e intelectuales, firmada por Fernando García Ramírez y publicada en la susodicha y flexibilísima revista. De entrada uno sabe que alguien que colabora para LL no puede aplaudir a Carmen Aristegui, mujer valiente que ha destapado cientos de cloacas a lo largo de su trayectoria periodística y que por lo mismo ha sido expulsada de varios medios de comunicación que, como la propia LL, traspasan su lealtad del PRI al PAN (y al PRD, de ser necesario) con singular alegría. Ya de entrada, la reseña de este caballero al que no tengo el gusto de conocer, lo deja a uno pasmado: "El lector, este lector, no agradece la actitud servil de Carmen Aristegui ante algunos de sus entrevistados (...) Con algunos es incisiva, suspicaz y severa (...)"
Bien, hagamos el recuento de los personajes con quienes Carmen se muestra "incisiva, suspicaz y severa", según el reseñista:
Diego Fernández de Cevallos
Miguel de la Madrid (a estas alturas ya sabemos como le fue al "pobrecito" por haber hablado más de la cuenta)
Luis Carlos Ugalde
Respetabilísimos caballeros todos ellos, por cierto.
Según el reseñista, a Carmen no le importan una serie de cosas, por ejemplo: Que de 26 entrevistados 16 afirmen que las elecciones fueron limpias. Hay que aplaudir las dotes matemáticas del señor García Ramírez, de entrada, el más interesado en CONVENCER al lector (particularmente al típico lector ingenuo y snob que todavía lee esta revista) de que las elecciones del 2006 fueron limpísimas, aunque a Carmen no le importe. Si tuviera en frente a este caballero le preguntaría: ¿de que manera se supone debió Carmen demostrar que estos datos le importaban? ¿No cumplió acaso con la obligación de todo periodista que es transcribir tal cual las afirmaciones de sus entrevistados, aún cuando no sean compatibles con la ideología del periodista? Carmen no pecó de omisión: ahí están inmortalizadas las afirmaciones de 16 "personalidades" (políticos e intelectuales panistas) afirmando que las elecciones del 2006 "rechinaron de limpio", ¿qué se supone que tenía que hacer Carmen a continuación? ¿Ponerles florecitas? Posteriormente la acusa de afirmar una gran mentira: "En este país de ambigüedades, el concepto de equidad electoral quedó hecho trizas..."
¡Ah Dio!, ¿a poco sí? ¿Todavía lo duda? Yo más bien pienso que a Carmen se le pasó la mano con la buena educación: la confianza de la inmensa mayoría de los mexicanos en las elecciones y en el gobierno en general, está hecha mierda.
Varios de los entrevistados, no contabilizados por el reseñista -qué raro- afirman contundentemente que hubo fraude y que este se consumó gracias a un acuerdo entre el PRI y el PAN. Del mismo modo que Carmen transcribe las declaraciones de quienes defienden a capa y espada lo indefendible, reproduce lo dicho por aquellos que están convencidos de que hubo fraude y, por cierto, no se quedan en la simple afirmación (como sí lo hacen los defensores a ultranza de la dictadura solapada que actualmente sufre este país), sino que esgrimen argumentos y pruebas que sustenten lo dicho. Esto, naturalmente, no lo menciona el señor García Ramírez.
Insinúa, además, que Carmen insiste en cargar los dados a la hipótesis de una imposición de Enrique Peña Nieto impulsada por Televisa para el próximo sexenio, como si esto no fuera del dominio público (aunque, claro, hay que quedar bien con el posible sucesor del mini dictador del momento). Se le reprocha en cambio reproducir declaraciones "sensibleras" como la de doña Rosario Ibarra de Piedra -a quien, obviamente, el reseñista no estima en lo absoluto pese a lo que representa, más aún; salta a la vista el típico desprecio burgués hacia lo que representa- que señala "Para mí Andrés Manuel era la luz de la esperanza, lo más hermoso que nos podía suceder". Esta representante no solo de las madres cuyos hijos fueron masacrados en Tlatelolco en 1968, sino del pueblo raso, por llamarle de algún modo, podrá sonar, sí, un tanto exagerada, pero es un hecho que lo peor que pudo haberle pasado a México le está sucediendo en este preciso instante, y se llama Felipe Calderón.
Así entonces, el reseñista critica a la periodista, en primera instancia, por limitarse a reproducir las declaraciones de los panistas sin hacerles fiestas y ponerles florecitas y, en cambio, hacer exactamente lo mismo con quienes opinan lo contrario, es decir, que nunca debió transcribir afirmaciones "extravagantes" como las de doña Rosario, ni ninguna que contraviniera lo dicho por personas tan probas y decentes como Fernández de Cevallos y Carlos Ugalde. Le ofende, por ejemplo, la antisolemnidad con la que Carlos Fuentes declara (y Carmen solo transcribe): "Yo no quiero partidos vírgenes, ¡quiero partidos que follen todos pero muy contentos!"
Para cerrar con broche de oro, el reseñista incurre en el pecado imputado a la autora reseñada: afirmar, como si se tratara de una verdad absoluta, que López Obrador "alteró los algoritmos" (??????) con tal de "quedarse con el poder" y lo acusa de haber provocado un daño "mayúsculo" al país, aunque no explica por qué. Naturalmente omite la "guerra contra el narco" que nos ha ensangrentado hasta el tuétano; las leyes viejatorias de los derechos humanos de las mujeres -tan vejadas de por sí- que serán juzgadas como delincuentes en caso de incurrir en un aborto, aunque se trate del producto de una violación; la infinita cadena de mentiras pronunciadas ante un pueblo atónito y confundido en momentos de catástrofe; la impunidad en los casos de Lidia Cacho y el incendio de la Guardería ABC cuyos dueños se pasean como si estuvieran en una fiesta infantil; la forma en que se nos esquilma con impuestos absurdos que agobian particularmente a la clase media; omite, en fin, el panorama doloroso, vergonzante y aterrador que vivimos actualmente... y no precisamente a causa de López Obrador.
Pero lo más chocante es leer el término "servil" surgido de la mano de alguien que a todas luces sirve a alguien, que a su vez sirve a alguien más, y así, ad infinitum.
PD: Ojalá algún día sea posible bloquear del facebook este tipo de reseñas que no quisiera leer porque me producen un fuerte malestar estomacal, particularmente cuando los serviles amigos del autor le palmean la espalda por escribir tantas serviles incongruencias.