¿Qué carajos es un crítico literario?, a propósito a la polémica en torno a Geney Beltrán

En la foto: un narrador que admira, analiza y estudia a Shakespeare, pero no publica en Letras Libres.
Sí, por favor, dígame alguien (y mi súplica es sincera, no estoy ironizando), ¿qué carajos es un crítico literario?
Esto viene a cuento por el barullo que se ha formado alrededor del libro El sueño no es un refugio sino un arma, de Geney Beltrán, que yo misma reseñé para REPLICANTE y desencadenó un feroz pleito -del que terminé excluída, afortunadamente-entre el propio Geney y un señor del que no había escuchado hablar- Fernando García Ramírez- hasta que me topé con una despreciable crítica suya al más reciente libro de Carmen Aristegui en Letras Libres...esa revista que ha convencido a los escritores mexicanos de ser el último baluarte de la Neta del Planeta.
En el suplemento Laberinto de Milenio de hoy (sábado 8 de mayo de 2010) se publica la respuesta -mucho menos airada de lo que esperaba- de Geney a su importantísimo crítico, cosa que me sorprende, en primer lugar, porque Geney debería saber que a los autores nunca deben rebajarse a contestarle a un crítico -Hemigway dixit- a menos que Geney, muy en el fondo, intuya que García Ramírez no es un verdadero crítico, sino otro de los reyezuelos corta cabezas improvisados en el seno de esa revista que se jura heredera de Vuelta y que más me recuerdan al caprichoso y pestañudo emperador Cómodo de El Gladiador, que a un George Steiner o a un Harold Bloom.
Para quien quiera leer la respuesta de Geney a García Ramírez, que ha venido a resultar toda una autoridad que amerita tales caravanas, de click en la liga, que yo no pienso retomar tan penoso asunto (siempre produce pena ajena ver a una mente brillante desgañitándose ante alguien que no tiene un pelo de su talento):
Ahora bien, lo verdaderamente espeluznante es leer las listas de "críticos" citados por una serie de escritores -¡y muy buenos escritores!- entrevistados al respecto en el citado suplemento. Para ponerse a llorar. A uno le entran más ganas de largarse cuanto antes de este país de ciegos y sordos, empezando por la total ausencia de nombres femeninos (solo Ana García Bergua menciona a Fabienne Bradu, pero la empata con...sí, adivinaron: con don Chris y Rafael Lemus. Pero eso no es nada: casi ninguno de los entrevistados menciona a los pocos críticos literarios que pueden presumir de serlo: Evodio Escalante, Heriberto Yépez, Armando González Torres y el propio Geney Beltrán. Sus nombres quedan absolutamente eclipsados por los de Christopher, Lemus y el repentinamente famoso -por haberle sido concedido un espacio despotricador, un púlpito en el Olimpo de la Crítica Literaria denominado Letras Libres-Fernando García Ramírez.
Esto es, insisto, para morirse de la vergüenza, y por eso insisto: ¿qué carajos es un crítico literario?
Respuesta posible: para los escritores mexicanos, la mayoría, un crítico literario es aquel que, para empezar, cuenta con un espacio en Letras Libres y, para continuar, despotrica, vomita, tachonea y patalea sobre los libros que él considera malos (y digo "él" porque, al parecer, no existimos en este país las mujeres que practicamos la crítica literaria...como tampoco los críticos que no se empeñan en despedazar los libros que reseñan, como sería el caso de Ignacio Trejo Fuentes que solo recibe una mención al desgaire).
Un crítico, suponen la mayoría de los escritores mexicanos, es aquel que decide qué libros deben de leerse y qué libros no deben leerse; aquel que, por sus pistolas -y porque aquí somos muy machos, qué caray-impone un canon conformado por sus cuates de cantina; aquel que hace de la crítica un ejercicio destructivo y no constructivo. A nuestros mejores escritores les gusta asistir a la "crítica literaria" como a los antiguos romanos les divertía contemplar cómo los leones devoraban a los cristianos.
Un crítico debe ser muy macho -piensan -muy cabrón (por favor, no le compongan, dije cabrón, no mamón); un auténtico destroyer tipo Quentin Tarrantino, con todo y pistolas...y escribir (forzosamente) en Letras Libres. Si no colaboras allí, sencillamente no existes.
¿Cuántos libros publicados tienen estos críticos tan temidos y respetados, Lemus y García Ramírez? Libros de crítica, quiero decir.
Respuesta: ninguno.
Comparar por favor este mínimo detalle con la bibliografía deslumbrante de un Armando González Torres, un Heriberto Yépez, un Evodio Escalante, una Fabienne Bradu...
Pero, ¡oh diosas!, ellos no escriben sobre los libros y autores que odian, sino sobre aquellos que los apasionan...y cuando hablo de apasionamiento no intento decir que no sean despiadados con esos mismos libros y autores. Pero al parecer se tiene la estúpida idea (y subrayo: estúpida, pudiendo escribir una palabra más contundente) de que la crítica ha de ser destructiva, demoledora, aplastante, escandalosa...o no ser.
A todo mundo le parece encantador y normal, que un advenedizo como García Ramírez ataque sin son ni ton a una pluma respetable como la de Geney Beltrán...el propio Geney experimenta la imperiosa necesidad de esgrimir argumentos contra lo que este señor se ha atrevido a escribir sobre su libro.
Eso es lo más desolador: que nuestros buenos críticos se rebajen a responderle a los emperadores desnudos.
Así pues, ante la mirada complaciente de algunos de nuestros mejores escritores mexicanos, se ha gestado una idea totalmente pervertida y odiosa de lo que un crítico literario debe ser. Siguiendo sus extraños criterios, Harold Bloom, George Steiner o Roland Bartes son cualquier cosa, menos críticos literarios, ¿por qué?, porque no destruyen: construyen.
Así, entonces, la auténtica crítica literaria en México está condenada a no ser reconocida como tal y, probablemente, a desaparecer.
El luto por la crítica literaria mexicana ya empieza a aposentarse en lo profundo de mi ser. Y con ello la peregrina idea de que yo misma -ingenua de mí-la he ejercido con las escasas armas a mi alcance. Por eso me enoja que me presenten como "narradora y crítica literaria", porque ante los ojos de los demás soy una simpática y delicada tejedora de Trenzas que amerita palmaditas en la espalda, "tan linda ella, escribiendo sobre mujeres que considera ameritan ser más estudiadas...es taaan tierna...."
Todo esto no es sino reflejo de un país devastado, corrompido y adorador de (fugaces, por fortuna, porque la Historia no perdona) emperadores desnudos.