Escribir y llorar


Veo mi foto incluida en el extraordinario libro de la fotógrafa Gabriela Bautista (junto con Rogelio Cuéllar, la mejor retrastista de escritores no solo en México, sino a nivel internacional), "Miradas expuestas", recientemente publicado por El Financiero, y veo a una mujer que inicia un proceso de aislamiento. Miro mi propia sonrisa y no recuerdo qué pensaba en esos momentos. Lo único que sé es que es precisamente cuando me toman fotos que menos importancia me doy...y más vulnerable me siento.
Es un orgullo estar en ese libro porque Gabriela, independientemente de su enorme talento, prácticamente radiografía a los escritores, como si en vez de retratarlos de ellos retratara su alma, de tal suerte que algunos con fama de ultra mafiosos exhiben la inocente sonrisa de un niño, mientras que otros conocidos por su dulzura lucen sobrios o sensuales...otros más, a quienes todo mundo da por "buena gente" lucen una dureza expresiva impresionante. Yo, por ejemplo, luzco como la que verdaderamente soy: alguien retraído, que desearía no experimentar un latigazo de responsabilidad cuando las cosas se hacen mal y afectan a personas inocentes...y sin embargo se duele profundamente de lo que mira a su alrededor; de la podredumbre humana que le resulta más nítida cada día y una especie de resignación dolorida, producto de múltiples sesiones de llanto por impotencia, que ha procesado hasta transformar en ironía.
A través de mi vida he sido muchas. Supongo que cualquiera puede decir lo mismo. Pero hay aspectos de mi persona que deben ser natos pues no consigo dominarlos o frenarlos. Ya desde chiquita hacia patente mi rebeldía en formas poco convencionales: como huelgas de brazos caídos -así las denominaba yo -o abandonar intempestivamente la clase. Y estoy hablando de una niña de primaria. La universitaria que fui, como es de suponer, era la típica que se sumaba a las revueltas y acarreaba letreros de repudio contra el rector y el gobernador de Sonora (Beltrones, entonces). Cualquiera que suponga que disfruto hacer esto, se equivoca. En realidad actúo impulsada por una sensación horrible de estar siendo víctima de una injusticia y la todavía más terrible sensación de que si me quedo callada, nunca me lo perdonaré.
Ese ha sido, pues, el problema de toda mi vida: no poder quedarme callada. Y juro que he realizado esfuerzos descomunales para callarme...pero no puedo. Las respuestas más usuales a mis protestas son 1) Ninguna 2)Amenazas anónimas.
La menos frecuente -aunque suceda ocasionalmente- es la solidaridad...pero casi nunca encuentro un respaldo actuante, físico...alguien dispuesto a sumarse a mi causa. A jugársela conmigo.
Y ese debe ser el origen de la sonrisa que detecto en esa foto, no exenta de cansancio.
Y hoy estoy más cansada que nunca.
Como en la canción, digo que me voy, que me voy, y no me he ido. Lo que sí es un hecho es un retiro radical de la vida social relacionada con el medio literario, léase: tertulias públicas o privadas entre escritores (que no sean mis poquititos amigos íntimos de siempre).
Mis lectores contarán con mi presencia siempre que la requieran...y siempre y cuando no esté involucrada alguna "autoridad cultural"
No puedo prometer callarme...pero sí alejarme lo suficiente para no enterarme de nada relacionado con este mundillo que me indigne lo suficiente para orillarme a despotricar.
Y es que, pese a mis muchos años como escritora, nunca había sabido lo que era sentirse realmente enferma con los desplantes, actitudes y reacciones de los llamados "intelectuales", hasta que algunos escritores mexicanos exhibieron su vergonzante sumisión al reconocer la autoridad como críticos de una serie de individuos de dudosa calidad moral e intelectual. De ahí para el real, y como suele suceder, vino una tras otra...y de pronto descubrí que los más influyentes -que no los más leídos, he ahí la paradoja-empezaban a ejercer desenfrenadamente un abuso de poder digno de uno de nuestros gobernantes o, peor aún, de un narco.
La atmósfera, pues, se ha tornado irrespirable. Asunto de salud por lo que a mí respecta. Ha dejado de ser asunto de libros, de literatura, para transformarse en una ramificación más del crimen organizado donde se trafica con influencias. Lo único que nos hace falta es recurrir a las mantas en el Periférico para hacer más llamativa las descalificaciones mutuas.
El llamado "medio literario" mexicano no es sino un reflejo de la situación nacional; otro ámbito donde  cómodamente se han instalado la codicia, la corrupción, la intimidación y la impudicia. En efecto, vivimos un régimen trasparente: ninguna canallada se realiza a espaldas del pueblo, porque a los hombres y mujeres del Poder el pueblo les importa un pepino..y eso incluye a los intelectuales que han ofrendado su alma a un azaroso régimen que podría desaparecer en cualquier momento. Eso es lo que les cuesta entender: estas cosas son efímeras, el mundo da muchas vueltas: Hoy estás arriba...mañana, abajo.
Mientras son peras o son manzanas, opto por la graciosa retirada y purificarme de toda esta inmundicia para recobrar energías que requiero para lo que verdaderamente importa: escribir.
Y no, no es que me hayan amedrentado. El que me busque...me seguirá encontrando. Retirarse no es igual a esconderse y yo nada tengo que ocultar y nada le debo a nadie.