Presentación de "Las tentaciones de la dicha" de Agustín Cadena



Fotos: Ramón I. Martinez
La presentación que tuvo lugar el jueves 19 de agosto de 2010 en Donceles 66 del nuevo libro del gran narrador mexicano Agustín Cadena, titulado "Las tentaciones de la dicha" (JUS, 2010) ocupará un sitio muy especial en la historia de mi vida por dos razones
1) Se trata de uno de los mejores libros de cuentos que he tenido el honor de presentar
2) Fue mi última presentación  pública como escritora y el destino quiso para esta ocasión un genuino broche de oro: un gran libro y como sede un lugar que había como mi casa hasta hace poco, aunque no estoy segura de que continúe siéndolo (a la luz de los últimos acontecimientos, que incluye mi injustificada expulsión de un suplemento de los sábados donde colaboré durante algunos años, pocas, muy pocas son las certezas que puedo tener).
Nunca mencioné que se tratara de mi última presentación. El único que lo sabía era el propio Agustín. Dejé transcurrir el ritual como si se tratara de otra cualquiera; muy honrada, eso sí, de que Agustín me hubiera elegido como su presentadora junto con el cuentista Luis Bernardo Pérez y el actor Miguel Couturier que realizó una espléndida lectura de dos de los relatos incluidos en los libros.
Sin embargo este es el espacio apropiado para concretar la despedida que de ninguna manera significa que dejaré de escribir. Opté por cancelar la vida pública porque mi cuerpo y mi espíritu están dañados y cansados y han perdido su capacidad para las falsas sonrisas. He de reconocer que estuve muy contenta esta noche, en la que incluso recibí un regalo hermosísimo de manos de ese amigo siempre fiel y comprensivo que ha sido Agustín Cadena: un costurero húngaro -él radica actualmente en Hungría y se siente feliz allá: cuántos no quisiéramos, como él, huir lo más lejos posible de esta país irrespirable-que resultó mucho más simbólico de lo que el propio Agustín imagina pues la protagonista de la novela que me encuentro escribiendo en este momento es una precoz modista.
Así entonces, y tras darle vueltas al asunto, tomé junto con mi familia la decisión de consagrarme a la escritura de manera absolutamente privada, apartada de todo lo feo, lo podrido, lo estéril, lo falso que hay en el llamado "ámbito literario" y que, como lo demuestran los últimos acontecimientos, no ha hecho sino mimetizarse con respecto a la atmósfera de corrupción y criminalidad que sufrimos actualmente en este México al que fuerzan a festejar un infestejable Bicentenario: si los héroes que "nos dieron patria y libertad" vieran el México por el que ofrendaron sus vidas; ese México en el que sus ciudadanos no podemos tener la certeza de que no nos estallará una bomba mañana o no nos veremos inmersos en una balacera adentro de un Starbucks, estoy segura, se sentirían tan frustrados, horrorizados y asqueados como yo. Sentirían que su sacrificio no tuvo ningún sentido, ningún valor...precisamente la sensación que se ha instalado en mis huesos, y de la que necesito purificarme para continuar creando con honestidad, amor y pasión, tan lejos como sea posible de los elementos nocivos que han contribuido con sus desplantes y corruptelas a que México ocupe un lugar deshonroso en materia de lectura y cultura.
México: un país donde gente disfrazada de respetables escritores e intelectuales tienen como misión primordial expulsar, acallar, destruir y -como en mi caso-ejercer acoso moral y dar trato de parias sobre quienes de verdad escriben y trabajan con pasión en labores de promoción de la lectura.
Es bello saber que no todo son amenazas anónimas (que sin embargo gritan los nombres de sus deleznables remitentes), ni editores cobardes que ni siquiera tienen el valor de mirarlo a uno a los ojos para decirte que no te publicarán más porque le resultas incómoda al Sistema (ahora colaboro exclusivamente para Siempre!); ni gente que finge que te aprecia y hace mofa de tu dolor en sus estados de facebook.
Muchas gracias, Agustín....gracias a quienes han demostrado ser mis verdaderos amigos; a los que se quedaron de mi lado y comprendieron mi decisión. Un millón de gracias.