Reseña de La nueva ciudad de las damas, por Ignacio Trejo Fuentes y un plus

Publicada originalmente en dos partes en la revista Siempre! números 2984 y 2985

Narradora de altos vuelos (Réquiem por una muñeca rota es una novela deliciosamente pornográfica), Eve Gil se desempeña como crítica literaria, y su especialidad es la literatura escrita por mujeres; el título de su columna es esclarecedor: La trenza de sor Juana. De los materiales publicados en ese espacio (impreso y cibernético) surgió La nueva ciudad de las damas.
El grado de especialización de Eve es más que notable, conoce autoras de las que muchos no teníamos siquiera idea, de tiempos pretéritos y actuales, de modo que además de proveernos de información nos entera de casos curiosos y hasta perturbadores. Esta obra de reciente aparición es, por lo tanto, un manjar que no debemos desaprovechar.
Queda claro el aliento feminista de la autora, y quizá por eso algunos lectores muestren reticencia a la lectura de La nueva ciudad…, porque las etiquetas suelen provocar prejuicios; sugiero, por eso, deshacernos de éstos y atender con seriedad la galería que nos ofrece Eve Gil, nacida en Hermosillo, Sonora, en 1968.
¿Conocía el lector a Cristina de Pizán, Murasaki Shikibu, Hildegard von Bibgen, Aphra Behn? Yo no, y por eso me asombra saber que, la primera, nació en 1364, y que la segunda, japonesa (nacida hacia 978), es considerada como la autora de la primera novela en la historia de la humanidad: La novela de Genji. Lo que es indiscutible es que esas escritoras transgredieron las normas de su época en sus respectivos países, hicieron lo que estaba reservado sólo a los varones, y tan sólo eso bastaría para tenerlas en gran estima; pero no, porque Eve Gil se encarga de mostrar sus méritos artísticos; es decir, no sólo fueron visionarias, aguerridas y contestatarias, sino también —y acaso en primer lugar— artistas.
La autora da seguimiento a poetas y narradoras caracterizadas por su valentía, y si algo las distingue es que se opusieron a las trabas y limitaciones de sus respectivas épocas, mandaron al carajo todo tipo de ataduras y se dedicaron en cuerpo y alma a la escritura; fueron almas gemelas de nuestra Sor Juana Inés de la Cruz, aunque muchas de ellas se le anticiparon.
De Aphra Behn (n. en 1640) apunta Eve Gil: “De lo que no me cabe la menor duda, es de la enorme relevancia de esta mujer en el lento proceso de emancipación femenina y, sobre todo, de la profesionalización de las escritoras pues, en efecto, Aphra Behn fue la primera dramaturga y narradora inglesa en ser remunerada por sus textos, aunque —¡ojo!— en una época en que el simple hecho de que una dama obtuviera dinero a cambio de algo, incluso de su trabajo, era igual a prostituirse. Se cree también que sus obras inspiraron nada menos que al misógino Rousseau y su filosofía naturalista: el hombre es esencialmente bueno. Por si fuera poco, se le considera precursora de la pantomima moderna gracias a su obra fársica El emperador y la luna (1667)”.
Es de llamar la atención que las escritoras analizadas en este libro hayan tenido el arrojo de firmar sus obras con su propio nombre, porque se dice que, debido a las circunstancias sociales, políticas, familiares, a lo largo de la historia un sinnúmero de damas creadoras ha debido enmascararse bajo pseudónimos masculinos. La única de esta galería que se ocultó deliberadamente y por razones que no me quedan muy claras fue Alice Sheldom (Alice Bradley, su nombre de soltera). Nacida en Chicago en 1915, publicó relatos de ciencia ficción que hicieron decir a los editores y críticos que estaba a la altura de los mejores practicantes de esa especie. Firmaba como James Tiptree Jr, y ni quienes la publicaban conocían su identidad: jugó el juego del gato y el ratón, se burló de todo mundo, y ni siquiera se hizo presente cuando debió recibir algún premio. Afirma Eve Gil que, en efecto, sus obras poseen enormes cualidades, de modo que no me queda más que buscar los libros de esa misteriosa dama.
Otras autoras para mí desconocidas y que aparecen en La nueva ciudad de las damas son Ho Xuan Huong, Sigrid Undset, Janet Frame, Adrienne Rich, Anna Politkovskaya y Ayaan Hirsi Ali.
De las más de treinta escritoras revisadas por Eve Gil en La nueva ciudad de las damas conozco a Ivy Compton-Burnet, Anna Ajmátova, Selma Lagerlöf, Gertrude Stein, Pearl S. Buck, Gabriela Mistral, Simone de Beauvoir, Hanna Arendt, Doris Lessing, Nadine Gordimer, Toni Morrison, Susan Sontag, Elfriede Jelinek, Gioconda Belli y, por supuesto, a Rosario Castellanos.
Me parece curioso que la escritora sonorense descubra, además del acendrado feminismo, preferencias lésbicas de la mayoría de las autoras incluidas en su libro. ¿Feminismo y lesbianismo son sinónimos? Creo que no, y por lo tanto si las preferencias sexuales de esas damas las llevan a rechazar a los varones en más de un sentido no quiere decir que sean feministas radicales, sino sólo adoradoras de las mujeres, lo cual es celebrable. Así, habría que escribir dos libros.
Me intriga que Eve Gil no se haya ocupado de Josefina Vicens, autora de dos obras maestras: El libro vacío y Los años falsos; ambas son narradas por varones, y en entrevistas la autora tabasqueña confesó su lesbianismo/feminismo. Eve tampoco se ocupa de Rosa María Rofiell (Amora), y supongo que lo hará en un nuevo volumen.
Al recordar a las dos autoras mencionadas al último, pienso en la italiana Elsa Morante, quien en dos de sus novelas (La isla de Arturo, una de ellas) recurre a la voz masculina para contar las historias. Ella, antes de ser novelista, fue prostituta, y luego esposa de Alberto Moravia (quien también fue esposo de la maravillosa Natalia Ginsburg): ¿no es esto una maravillosa novela?
Además, no debemos olvidar a varones que han escrito de temas escabrosos en torno al sexo sin ser por eso feministas: pienso en Luis Zapata (El vampiro de la colonia Roma). Y que los lectores me perdonen la autorreferencia. Una crítica estadounidense de cuyo nombre no puedo acordarme, hizo un largo ensayo sobre mi libro Crónicas romanas, y me acusó de machista y misógino y de ser proimperialista. “¿Qué?”, me dije al leer el texto, porque ese volumen de crónicas es exactamente una celebración de las mujeres, y nada tiene que ver con mi opinión política. Luego, o la señora no sabe leer o yo no sé escribir.
Por último, recomendaría a Eve Gil que analice libros de Elena Garro, Inés Arredondo, Ángeles Mastretta y María Elvira Bermúdez, pero sin prejuicios ni etiquetas. María Elvira fue especialista en literatura policiaca (Diferentes razones tiene la muerte), e inventó a una mujer detective. ¿Feminismo? De ninguna manera: se trató de un arranque de genialidad narrativa.
En la primera parte de esta entrega dije que, posiblemente, el aura feminista acarrearía recelos en contra de La nueva ciudad de las damas; no obstante, opino que es un libro extraordinario, porque nos da noticia de escritoras sensacionales, así sea que su vida sea mucho mejor que su producción literaria. Éste no es un libro de crítica literaria, sino de semblanzas. Muy bien hechas, por cierto.


Eve Gil, La nueva ciudad de las damas. Universidad Nacional Autónoma de México
(Textos de Difusión Cultural), México, 2010; 427 pp.)

Querido Nacho:
Decía Ernest Hemingway que nunca se le debe responder a un crítico y estoy completamente de acuerdo con él. Pero tú no eres un crítico del montón: eres mi maestro y uno de mis mejores amigos.
Antes que nada, agradezco tu reseña de "La nueva ciudad de las damas" que, no obtante la enorme importancia que tiene para mí, ha pasado casi inadvertida por razones ajenas a mi control. Solo obsequio libros a sus amigos y los encargados de promoverlo son otros, por lo que no tendría tiempo de hacer mi trabajo y el de quienes, en teoría, tendrían que hacer el suyo que es, en este caso, hacer promoción de la obra.
Respecto a lo que señalas en tu reseña, me permitiré aclarar algunas imprecisiones, con todo el respeto que como mi maestro -y el de muchos otros escritores- mereces:
1) No todas las feministas son lesbianas y viceversa. Gertrude Stein, por ejemplo, es lo más apartado a una feminista que puede uno concebir, pero eso no le resta méritos a su extraordinaria obra literaria que, me parece, no ha encontrado aún su momento para ser re-valorada. Adrienne Rich, en cambio, es lesbiana, y además, acendrada feminista. Hay muchas clases de feminismo y no uno solo. Ninguno de ellos está en contra de los hombres sino del sistema patriarcal, que es algo harto distinto y ha afectado y herido no solo a millones de mujeres a través de la Historia, sino a los propios hombres. Puedo asegurarte que las feministas sentimos más simpatía hacia los hombres de la que te imaginas...por supuesto, habrá sus excepciones, pero yo a las mujeres que odian a los hombres como género no las considero feministas sino hembristas (que es el equivalente del machismo)
2) En efecto, una de las intenciones no solo del libro, sino de "La trenza de Sor Juana" como proyecto en general, es rescatar autoras olvidadas o que no han sido lo suficientemente valoradas. Las mujeres han sido práticamente borradas de la historia, no solo de la literatura, sino en todos los ámbitos de la actividad social. En vista de que muy pocos hombres se han ocupado de ellas, las propias mujeres tenemos que navegar en lo profundo para encontrar nuestras raíces y fundar una genealogía propia que nos brinde identidad y refuerce nuestras diferencias como seres humanos, con respecto a los varones.
3) Absolutamente todas las autoras que mencionas, con excepción de María Elvira Bermúdez (que por supuesto no quedará fuera de mi investigación), han sido abordadas en La Trenza de Sor Juana. Llevo un total de 314 autoras analizadas y hubiera sido imposible -además de intolerable- incluirlas en un solo volumen, por lo que la idea es distribuirlas en varios volumenes. A cada una de las maravillosas autoras que citas les llegará su turno, te lo puedo garantizar.
4) Estás absolutamente en lo cierto cuando dices que el concepto del libro ha creado recelo. Me he topado con comentarios -que no llegan a reseña- de un machismo que horrorizaría a la mismísima Sor Juana. Me pregunto: ¿Por qué nadie brinca cuando aparece un libro de ensayos cuyos autores analizados son en su totalidad varones? Las propias mujeres somos capaces de leer con placer un libro de Harold Bloom o Cyrill Connolly donde las mujeres escasean -como en el caso del primero -o brillan completamente por su ausencia. ¿Por qué a los hombres -y no me refiero a ti, que afirmas haber disfrutado del libro- les cuesta tanto trabajo leer un libro sobre escritoras? Respuesta: Prejuicio, ignorancia=machismo. Insisto, no es tu caso. Si alguien sabe lo mucho que admiras a las mujeres que escriben, soy yo.
5) Lo que sí cuestiono abiertamente de tu reseña es el párrafo final: esto SI ES crítica literaria. El problema es que estamos demasiado acostumbrados al anquilosado concepto de la idea de la crítica como autopsia de libros y negación absoluta de emociones ante las lecturas, a pesar de que críticos como Roland Barthes o George Steiner han revolucionado en ese sentido. Te comento que lo más lindo que han dicho de mis Trenzas, es que son "cuentos". En verdad lo agradezco, porque eso significa que se leen con gozo...pero la crítica literaria actual es gozosa y quiere llegar a muchos más lectores. No por nada dicen que el ensayo -que es uno de los vehículos para ejercer la crítica literaria-es el género de este milenio.
Una vez más agradezco tu atenta lectura y atención a "La nueva ciudad de las damas" y te reitero mi cariño y admiración.
Un abrazo
Eve